viernes, 5 de octubre de 2012

Beato Clemente Augusto Von Galen

Clemens August von Galen nació el 16 de marzo de 1878, en Oldenburg, en el seno de una familia profundamente creyente, siendo el undécimo de los trece hijos de los condes Ferdinand y Elisabetta von Spee. Se educó en el colegio de los jesuitas en Feldkirch y se graduó en 1896 en la ciudad de Vechta. En esta época escolar adquirió un fuerte afecto por la Compañía de Jesús, afecto que le acompañará toda su vida.
Estudió filosofia en Friburgo (Suiza), Innsbruck y Múnster, ciudad en la que fue ordenado sacerdote el 28 de mayo de 1904.

Tras un breve espacio de tiempo en que estuvo de vicario de la catedral en Munster, en 1906 fue nombrado capellán de San Matías, en Berlín, donde comenzó un ministerio sacerdotal de 23 años en esa ciudad. Von Galen vivió en Berlín la difícil época de la primera guerra mundial, la confusión de la postguerra y una buena parte de la era de la República de Weimar. La situación de diáspora de la ciudad de Berlín exigió un gran esfuerzo pastoral de su parte.
En 1929, fue nombrado párroco de la iglesia de San Lamberto en Munster. A la muerte del obispo Johannes Poggenburg, fue nombrado obispo de Munster, y consagrado como tal el 28 de octubre de 1933. Como lema escogio "Nec laudibus, nex timore" (Ni por alabanza ni por temor, me alejaré del camino de Dios).
Destacó por su amor a la Eucaristía y a la Santísima Virgen. Por lo que se refiere a su piedad eucarística, podemos destacar cómo una de sus primeras decisiones como obispo de Munster fue establecer la adoración perpetua en la iglesia de San Servasio. En cuanto a la devoción mariana, baste recordar cómo siendo obispo a menudo iba solo muy temprano por la mañana en peregrinación hacia Telgte, para pedir la ayuda y protección de la Madre de Dios para la diócesis y para su acción pastoral.

Su ministerio episcopal coincidió con el ascenso al poder de Hitler. Percatándose de la radical incompatibilidad entre el nacionalismo neopagano y la fe cristiana, dedicó su primera carta pastoral en la cuaresma de 1934 a condenar la ideología de odio del nacionalsocialismo.
Los temores de Von Galen respecto del nacionalsocialismo se vieron pronto confirmados, y así en 1936 se vio obligado a denunciar la persecución a la Iglesia que había comenzado el nuevo régimen en Alemania.

Con estos antecedentes, y en virtud también de su cercanía con Eugenio Pacelli (futuro Pío XII), nuncio en Berlín, no es de extrañar que en 1937 Su Santidad Pío XI contara con él para colaborar en la redacción de la encíclica Mit brenender Sorge (Con ardiente preocupación), documento en el que el Pontífice condenó las teorías racistas y materialistas del nacionalsocialismo. Es significativo constatar Cómo esta condena del nazismo por parte de la Iglesia tuvo lugar un año antes de que las democracias liberales pactaran con Hitler la partición de Checoslovaquia.
La oposición de Von Galen al régimen nazi fue continua, ganándose el apodo de "el León de Münster". Destacan por su relevancia tres sermones, pronunciados en el verano de 1941, cuando el III Reich se encontraba en el cénit de su poder.

En el primero de ellos, del 13 de julio, la iglesia de san Lamberto retumbó cuando monseñor Von Galen exigió justicia ante las iniquidades de la Gestapo. Recordó a las autoridades que el único cimiento sólido para los estados es la justicia, y anticipó que el desprecio por la vida humana y las inmoralidades del régimen se acabarían volviendo contra Alemania.
En el segundo, el 20 de julio, el valiente obispo instó a los fieles a resistir con fortaleza la persecución desatada por los nazis. Escuchemos al León de Münster: "Permaneced firmes. En este momento somos el yunque más que el martillo. Otros hombres, la mayoría extraños y renegados, buscan por todos los medios apartar de Dios a nuestra nación, a nosotros y a nuestros jóvenes. Somos el yunque y no el martillo. Pero preguntad al herrero, y os dirá cómo los objetos forjados en la fragua reciben su forma no sólo del martillo, sino también del yunque. El yunque ni puede ni necesita devolver el golpe. únicamente precisa de mantenerse firme. Si es lo suficientemente recio y firme el yunque dura más que el martillo. No importa lo fuerte que éste golpee, el yunque permanece firmemente en su lugar, y continuará dando forma a los objetos que en él se forjan".

El 3 de agosto el prelado dio un paso más, al denunciar públicamente los programas de eugenesia puestos en marcha por Hitler. En este sermón, además, repasó los diez mandamientos, señalando cómo el poder nazi había incumplido todos ellos. Con esto, Van Galen resaltó la completa inmoralidad del nacionalsocialismo alemán. Además, su sentido providente de la historia le mostraba cómo el alejamiento de Dios no podía traer más que desgracias para el pueblo alemán.

Estas denuncias tan claras enfurecieron a los gobernantes nazis, que no sabían qué hacer, porque, a causa de la extraordinaria autoridad del obispo Von Galen, no osaban arrestarlo o asesinarlo por miedo a perder completamente la región de Westfalia. No obstante, como represalia, apresaron a veinticuatro sacerdotes de la diócesis, de los cuales diez murieron en los campos de concentración.

Reflexionando sobre lo que había sucedido entonces, el cardenal Von Galen repasó luego todo eso con el pensamiento en marzo de 1946, diciendo: "Dios me puso en una situación que me obligaba a llamar negro a lo negro, y a llamar blanco a lo blanco, como se dice en la ordenación episcopal. Sabía que podía hablar en nombre de miles de personas que, como yo, estaban convencidas de que solamente apoyándose en el fundamento del cristianismo nuestro pueblo alemán puede estar verdaderamente unido y alcanzar un futuro bendito".
Terminada la guerra, Van Galen volvió a destacar en defensa de la justicia y de los derechos de Dios y de la Iglesia, y precisamente por ello, también de los derechos de los más desfavorecidos. Con la autoridad moral que le daba el haber sido uno de los más grandes opositores a Hitler, combatió con insistencia la idea de la "culpa colectiva" del pueblo alemán.
En este período dirigió unas conmovedoras cartas al papa Pío XII, en las que puede apreciarse su celo apostólico y la filial sumisión al Romano Pontífice, cartas en las que hacía presentes al Papa Pacelli los sufrimientos de los fieles que le habían sido encomendados. En recompensa a sus enormes méritos, Pío XII lo nombré cardenal en el consistorio del 18 de febrero de 1946.
Este santo obispo recibió el nombramiento con gran humildad, viviéndolo no como un reconocimiento personal, sino como una atención del papa para con los innumerables católicos alemanes que se habían opuesto al nazismo, o que al menos habían permanecido firmes en la fe, resistiendo los embates de esta ideología neopagana.
A la vuelta de Roma, en su última intervención pública, recordó a los fieles cómo la destrucción de Alemania era la consecuencia lógica del proceso iniciado en Weimar, cuando el pueblo alemán negó la soberanía de Dios, arrogándosela él mismo. Si el poder no viene de Dios, sino sólo de la voluntad humana, ¿cómo extrañarse después de que esa voluntad no acepte frenos morales? Parece que al menos en la inmediata postguerra el pueblo alemán aprendió esta lección: no por casualidad, el preámbulo de la Ley Fundamental de Bonn comienza "E] pueblo alemán, consciente de su responsabilidad ante Dios y ante los hombres..."
Como señaló Benedicto XVI con ocasión de la beatificación, el 9 de octubre de 2005, de este gigante del siglo xx, "Este es precisamente el mensaje siempre actual del beato Van Galen: la fe no puede reducirse a un sentimiento privado, que se esconde quizá cuando se convierte en algo incómodo, sino que implica la coherencia y el testimonio en el ámbito público a favor del hombre, de la justicia, de la verdad".

Pablo Nuevo