domingo, 21 de septiembre de 2008

P. Tiburcio Arnaiz S.J.

Nació en Valladolid el 11 de Agosto de 1865. A la edad de cinco años perdió a su padre; e ingresó en el Seminario de su ciudad natal a los trece. Cursó sus estudios como fámulo al servicio del Capellán del Monasterio de Madres Dominicas, de Valladolid, en el que era sacristán.

En 1890, a los veinticinco años, recién ordenado sacerdote, tomó posesión de la Parroquia de Villanueva de Duero., que había obtenido mediante concurso. Le acompañaron su madre y su hermana. Después de tres años fue trasladado a la Parroquia de Poyales del Hoyo, mayor que la anterior. Allí permaneció durante varios años, obteniendo, en Toledo, durante este tiempo, el Doctorado en Teología.Al fallecer su madre, brotaron, en el alma de D. Tiburcio, los deseos de una entrega más radical al Señor, pero le retenía el abandonar a su hermana Gregoria. Al decidir ésta el ingreso en el Monasterio de San Felipe de las M.M. Dominicas, ambos se despiden “hasta el cielo”. Él renunció a la Parroquia e hizo unos ejercicios espirituales para entrar en la Compañía de Jesús, en el Colegio de Chamartín, de Madrid.

El 30 de Marzo de 1902, comenzó su nueva entrega a Dios como novicio jesuita, bajo el lema “darse prisa y aprovechar el tiempo”. En la Cartuja de Granada siguió su Juniorado, en el que intercaló los estudios con alguna misión popular.

En 1909, a sus cuarenta y cuatro años, fue destinado a la Residencia de Murcia, donde llamó poderosamente la atención por su entrega plena al Señor, en la predicación, el confesonario, la atención a los enfermos y en las obras de caridad. Se manifiesta con la madurez de un gran Apóstol y Misionero, que sigue los pasos de su modelo San Francisco Javier.

En 1912 es destinado a la Residencia de Málaga. Ésta será su casa hasta el final de su vida, con un pequeño paréntesis en 1917, en que es trasladado a Cádiz. En 1920 comenzó a flaquear su salud, por ello el Superior le impuso algún descanso. Con todo, su entrega a Cristo y a las almas –por entero y hasta el agotamiento– fue hasta el último instante. Falleció el 18 de Julio de 1926 en olor de santidad. Se encuentra en trámite su proceso de beatificación.

jueves, 24 de enero de 2008

P. Rodrigo Molina L.D.

Fundador y Presidente General de la Sociedad Familiar Eclesial Unión Lumen Dei

El Padre Molina nació en Pravia (Asturias) el 23 de octubre de 1920. Entró en la Compañía de Jesús el 13 de septiembre de 1939. El 13 de julio de 1956 fue ordenado sacerdote en la Casa Profesa de la Compañía de Jesús, en Madrid. Quiso celebrar su Primera Misa en “el Pozo del Tío Raimundo”, por ser en aquel entonces la zona más pobre de Madrid.

Los pobres fueron su peso y su dolor. La desgarradora situación del pueblo quechua le hirió el alma.

Como respuesta a la llamada del Concilio Vaticano II y las Encíclicas de los últimos Papas, en 1967 funda en Cuzco (Perú) la Asociación Benéfico Cristiana Promotora de Desarrollo Integral (PRODEIN) con la plena complacencia de su Arzobispo, Mons. Durand Flórez, y, unos años más tarde, lo que hoy es la SOCIEDAD FAMILIAR ECLESIAL UNIÓN LUMEN DEI, integrada por sacerdotes, hermanas y laicos consagrados.

No fue de él; se donó sin límites a todos y cada uno de los Miembros de Lumen Dei. Su anhelo: trabajar juntos, y juntos sufrir por amor a Dios y a la Iglesia, para dar a Dios el culto que Él desea: el de la rendida y disponible sumisa adoración, el del cumplimiento fiel de sus mandamientos y deseos, el de convertir la propia vida en una obra de caridad espontánea, gratuita y generosa... Y así, unidos, crear plataformas aptas para irradiar Luz de Cristo y extender su Reino en su doble vertiente natural y sobrenatural en todas las actividades de la vida humana.

Hombre incondicional a todas las Voluntades de Dios, vivió sumergido en el misterio Trinitario: Una Autoridad que mantenga el ser en lo que es: el Padre; por los rieles de una Sabiduría, toda ella Luz y Verdad: el Hijo; para una Entrega, un Amor comunicante que da Vida: el Espíritu Santo. Y de este modo configuró su vida y sus obras en clave de Unidad.

Para difundir la Bondad irradiante de Dios y propagar por el mundo la enseñanza del Evangelio de Jesús, impulsó el Apostolado de los Medios de Comunicación: la Editorial “Testimonio”, las librerías, los programas radiofónicos en más de 80 emisoras.

En su afán de ser “Luz de Dios”, itinerante a lo divino, quiso dar sentido a tantas vidas a través de los Ejercicios Espirituales y los Retiros.

Apóstol de intensísima actividad, dedicó en exclusiva los mejores momentos de su jornada a la oración. Impulsó la Adoración Perpetua a Jesús Sacramentado. Propagó incansablemente la devoción al Sagrado Corazón de Jesús y a Nuestra Señora del Encuentro con Dios. Alentó a sus hijos a profundizar en la “Mediación Maternal” de María, y anhelaba ver definida como dogma de fe esta verdad.

El 5 de noviembre de 1996, con la aprobación de sus Superiores, pasó a vivir su consagración a Dios en la UNIÓN LUMEN DEI. El 25 de mayo de 1997 fue elegido Presidente General de la Asociación por unanimidad.

Comprendió que las exigencias del Evangelio son sencillas, nítidas. No podía admitir atenuantes. Y abrió horizontes de luz. Trazó vías inéditas. Y cuando conoció que llegaba su Hora, se alegró. Se ofreció victimalmente a Cristo y nos legó el regalo más precioso: su vida.

Tras padecer con fortaleza heroica un doloroso cáncer, su “dies natalis”, donde entró en la casa del Padre, llegó el 28 de abril de 2002 en Madrid, rodeado de sus hijos, después de haber sido confortado por los Santos Sacramentos. “Sabiendo Jesús que había llegado su Hora... los amó hasta el extremo”.

“...Ponemos ante el Señor la vida y la muerte de nuestro hermano que califico, con fundamento, de “extraordinaria” y siempre al servicio del Señor y su Santa Iglesia. (...) Identificado plenamente a la muerte y triunfo de Jesucristo, Él ha dispuesto para nuestro hermano la Eterna Pascua Florida, que nos llena a todos de esperanza (...) Puso las bases, bien fundadas, de una nueva familia eclesial. Puedo asegurarles, por mi parte, que nunca les dejará solos. Intercederá ante el Señor con toda su fuerza y contemplaremos sus frutos...” (De una carta de Mons. Dr. D. Ramón del Hoyo López, Obispo de Cuenca).