miércoles, 8 de agosto de 2007

P. Jacinto Alegre Pujals S.J.

Para mí todo el mundo se reduce a amar a Dios y a los pobrecitos por amor de Dios; pero con amor de obras, no de palabras.


JACINTO ALEGRE PUJALS S.I. (Tarrasa 24-XII-1874 V10-XII-1930). Apóstol de la caridad. Entro en la Compañía de Jesús en 1892. Frecuentaba los hospitales de Barcelona y sentía preferencia por los más pobres que no tenían a nadie. Conoció la obra de San José Benito Cottolengo en Turín, le impresionó la confianza en Dios como único apoyo de aquella Institución y pensó que era lo que él buscaba para los enfermos pobres que visitaba. Sembró la semilla pero no vio fundado el Cottolengo. En los últimos momentos de su vida tenía cerca a su superior el P. Guim y al Sr. Rómulo Zaragoza, un laico dirigido espiritual suyo, ambos se comprometieron a llevar adelante sus deseos de fundar un Cottolengo.
El P. Alegre moría en 1930 y dos años después de su muerte, D. Rómulo Zaragoza comenzó la obra del Cottolengo del P. Alegre que él, desde el cielo, alentaba.

¿QUÉ?
El 23 de octubre de 1939, festividad de Cristo Rey, nace, en Barcelona, la Congregación religiosa de Hermanas Servidoras de Jesús. Dolores Permanyer i Volart, su fundadora, secundando la acción divina, hizo germinar la semilla del carisma fundacional legada por el Padre Jacinto Alegre, bajo la dirección espiritual del P. Juan Guim, cofundador.
El fin específico es entregar la vida al servicio de Jesucristo en el hermano pobre y enfermo más necesitado, formando con él una familia que quiere vivir total y filialmente confiada en el amor de Dios, Padre Providente, y en adoración constante a Cristo, el Señor, en el Misterio de la Eucaristía.
Las Servidoras de Jesús del Cottolengo del Padre Alegre y sus acogidos forman una sola familia:
el Cottolengo del Padre Alegre.

La clase de enfermos pobres que se acogen es la de los que no pueden ser atendidos en otras Instituciones, preferentemente aquellos por los que no vela ninguna providencia humana, es decir, los más pobres, los más enfermos, los más necesitados.
No se pueden hacer peticiones directas o indirectas para ayuda material del Cottolengo, que debe sostenerse únicamente con las limosnas y donativos eventuales que proporcione la Divina Providencia, por medio de sus instrumentos.

¿QUIÉNES SON?
Otros miembros que integran la familia del Cottolengo son:
Los laicos colaboradores, que, viviendo internos en la misma Casa, consagran su vida, o parte de ella, al servicio desinteresado de los acogidos; los voluntarios que acuden a cooperar en las actividades y fines del Cottolengo; y todos aquellos que sintonizando con el espíritu y vida de esta Institución, ayudan con sus aportaciones espirituales o materiales a la realización de la misma.

¿DÓNDE?
Actualmente, la Congregación, tiene 6 casas abiertas en España, situadas en: Barcelona, Valencia, Madrid, Santiago de Compostela, Fragosa (Cáceres) y Alicante. Y tres fuera de España, una en Lisboa (Portugal); y dos en Colombia, en Buenaventura (Valle) y en Popayán (Cauca). En estas dos casas, además de la atención a los enfermos se tiene un comedor para niños pobres en Buenaventura y para personas mayores en Popayán.

miércoles, 1 de agosto de 2007

P. Pedro Guerrero González S.J.

PEDRO GUERRERO GONZÁLEZ, S. J.
Nació en Jerez de la Frontera (Cádiz) el 22 de marzo de 1918. Después de cursar los primeros estudios de bachillerato en Suiza y Madrid, tomó cursos de economía en Suiza y Milán. De 1936 a 1939 se enroló en el Tercio de requetés de la Virgen de la Merced, de Jerez, y fue a la guerra civil española, en la que dio un ejemplo heroico de caridad con los dos bandos enfrentados. Después de ampliar estudios de comercio en Jerez, ingresó en el noviciado de la Compañía de Jesús en El Puerto de Santa María (Cádiz) el 6 de octubre de 1941.
Su vida en la Compañía fue la de todos los jesuitas, sin distinguirse más que por su entrega a Dios y a los demás de un modo extraordinario: hay testimonios de sus compañeros jesuitas que así lo aseguran. Sus virtudes características fueron la caridad y la humildad. Se ordenó sacerdote el 15 de julio de 1953, en la Facultad de Teología de Granada.De los años en que ejerció el ministerio sacerdotal, la mayor parte de ellos los pasó en El Puerto de Santa María. Incluso cuando estuvo destinado como ayudante del administrador provincial en Sevilla, siempre siguió acudiendo al Puerto, en donde ejercitaba la caridad apostólica con toda clase de personas, especialmente con los más pobres, que todavía lo recuerdan. Fue en todo momento un verdadero Hombre de Dios para todos. Pasaba muchas horas en el confesonario; asistía a los enfermos, hasta ayudar a los familiares a asearlos y darles la comida; llevaba la comunión a infinidad de impedidos; fomentaba la Adoración Nocturna, etc. A su muerte se supo que tenía dado el teléfono de su habitación a varios párrocos, para que lo diesen a las familias de enfermos que pedían auxilios espirituales durante la noche: de este modo, eran pocas las noches en que podía dormir durante algunas horas seguidas. Apenas tenía un rato libre de su trabajo en la oficina de la administración, acudía en una pequeña moto a asistir a enfermos o a llevarles la comunión.El 3 de septiembre de 1973 murió en Sevilla, cuando iba a asistir espiritualmente a algunos que lo necesitaban, en un accidente de moto. Sevilla fue un clamor en aquella calurosa tarde de verano: "¡El P. Guerrero ha muerto!", decía todo el mundo con mezcla de dolor y de asombro. Había muerto un hombre sencillo y cercano a todos los que le habían buscado para alcanzar misericordia. Desde Jerez y El Puerto de Santa María se trasladaron inmediatamente infinidad de personas (entre ellas, su madre), que lo velaron aquella noche y no querían separarse de él hasta la hora del entierro.
A los 25 años de su muerte se tuvo una Eucaristía en su recuerdo en la Iglesia de la Compañía de Jesús de Sevilla. Vinieron desde El Puerto dos autobuses llenos de gente para tomar parte en ella: allí estaban todos los que lo habían conocido y habían sido objeto de su inmensa misericordia, y los hijos de los amigos que lo habían visto de pequeños en sus casas. Desde su muerte son innumerables los que se encomiendan a su intercesión y alcanzan de Dios favores.Viendo esto, se pidió permiso al Obispo de Jerez para trasladar sus restos a la Iglesia de la Compañía de El Puerto de Santa María, en donde había ejercido más su ministerio apostólico lleno de caridad con todos. Esto se realizó el 2 de octubre de 1999: la Iglesia de la Compañía, de grandes dimensiones, estaba a rebosar de toda clase de personas de El Puerto, Jerez y Sevilla. Sin duda allí se unieron en oración todos los que querían agradecer a Dios el haber conocido al P. Guerrero durante su vida.
Ante la insistencia de tanta gente, se pidió a Roma el permiso para introducir su Causa de Beatificación. Llegó el decreto "Nihil obstat" de Roma en mayo de 2001, y el 3 de septiembre del mismo año, coincidiendo con el 28º aniversario de su muerte, se tuvo la ceremonia de la Apertura Oficial de la Causa. La ceremonia tuvo lugar en la misma Iglesia de la Compañía de El Puerto, en donde descansan sus restos. Volvió a llenarse hasta rebosar aquella gran iglesia, y esto después de 28 años de su muerte. Desde ese momento de la apertura de la Causa de Beatificación, se le denomina Siervo de Dios P. Pedro Guerrero González, S. J.El 7 de septiembre de 2003, en la misma Iglesia de la Compañía de El Puerto de Santa María, se tuvo la solemne ceremonia de clausura del Proceso Diocesano de la Causa de Beatificación del Siervo de Dios P. Pedro Guerrero González, S.J. Con la iglesia abarrotada de nuevo por toda clase de gente, se tuvo la solemne ceremonia, presidida por el Sr. Obispo de Jerez, D. Juan del Río Martín. Después de esto, se trasladó el proceso de la Causa a Roma, donde se seguirá estudiando todo lo enviado allí desde la Diócesis de Jerez. La voz unánime de todos los asistentes a aquella ceremonia, como a todas la anteriores, era la misma: El P. Guerrero era un hombre de Dios para todos.
Fernando G.ª Gutiérrez, S. J.

viernes, 27 de julio de 2007

Beato P. Rupert Mayer S.J.

En su primera audiencia pública, concedida a cinco mil compatriotas alemanes, 25 de Abril, 2005, el Papa Benedicto XVI presentó como ejemplo de vida al Beato Rupert Mayer (1876-1945), sacerdote que con su vida desafío al nazismo y fue internado en un campo de concentración. Nacido en Stuttgart, el 23 de enero 1876, entró en la Compañía de Jesús en 1890. Fue capellán de inmigrantes y ayudó espiritualmente a los soldados en la primera guerra mundial, donde quedó herido. Por este motivo, se le amputó la pierna izquierda. Reanudó su ministerio dedicándose a los pobres y a la dirección de la Congregación Mariana de Múnich. El padre Mayer fue uno de los primeros que comprendieron la naturaleza del movimiento hitleriano y desde 1923 afirmó que un católico no podía adherir al nacionalsocialismo. Cuando en 1933 Hitler llegó al poder, siguió manteniendo públicamente sus ideas, motivo por el cual fue encarcelado en 1939 y encerrado en el campo de concentración de Sachsenhausen. Dado que su salud empeoró gravemente, los nazis, por miedo a que su muerte en el campo de concentración hiciera de él un mártir, le internaron en la abadía de Ettal. Murió en 1945, en Múnich, a causa de un derrame cerebral mientras predicaba.
Juan Pablo II le beatificó en esa ciudad el 3 de mayo de 1987. Su tumba que se encuentra en Múnich es hoy un lugar de oración.

miércoles, 25 de julio de 2007

Beato Hno. Francisco Gárate S.J.

Francisco Gárate Aranguren nació el 3 de septiembre de 1857 en Azpeitia (Guipúzcoa), España, en un caserío muy cercano, a sólo 105 metros, de la Casa torre de Loyola. Fue el segundo de una familia de siete hermanos. De los 4 varones, tres fueron jesuitas.

A la edad de 14 años dejó su casa para emplearse en trabajos domésticos en el recién abierto Colegio de Nuestra Señora de la Antigua, en Orduña, Vizcaya. En 1874 hizo discernimiento vocacional con los jesuitas y decidió ingresar en la Compañía de Jesús. Él y otros dos muchachos hicieron el viaje a pie hasta Poyanne, en el sur de Francia, donde estaba el Noviciado de los jesuitas españoles después de la Revolución de 1868. El país vasco era entonces escenario de la Tercera Guerra carlista.

El final de su noviciado coincidió con la pacificación de España y el retorno paulatino de los jesuitas españoles. Su primer trabajo fue el de Enfermero en el Colegio de la Guardia (Pontevedra) en la costa atlántica y muy cercano a la frontera portuguesa. Allí estuvo 10 años y los estudiantes recordaron siempre su paciencia, entrega y caridad para todos y en especial para los enfermos.

En 1888 fue destinado a Bilbao, a la portería de la Universidad de Deusto, donde va a permanecer 41 años, hasta su muerte.

Su trabajo era el de recepcionista, pues estuvo encargado de recibir a las personas que llegaban a la Universidad, como de todo lo relacionado con el edificio, aún en construcción, y de la planta telefónica instalada en 1916. Además ayudaba al sacristán y a cuidar el jardín v patios.

Durante todo ese largo período, hasta 1929, pasaron por Deusto muchos jesuitas y personajes notables, pero el más recordado, siempre, por los universitarios fue el Hermano Francisco. Él los saludaba cariñosamente todas las mañanas al legar a clases, los animaba, daba consejos y confortaba cuando parecía haber malos momentos. Incluso, ayudó a muchos a copiar apuntes de clases. A los pobres, que venían conocedores de su bondad, ayudó con alimentos y también con alguna ropa. Los estudiantes lo llamaban cariñosamente “Hermano Finuras”, por sus finos modales y delicadeza de alma.

La larga permanencia del Hermano Gárate en Deusto, para él, no fue algo que considerara extraordinario, ni mucho menos heroico. Él pensaba que cumplía con lo que el Señor le estaba pidiendo a través de la Compañía, Supo convertir esos años, de servicio y oración, como su patrono San Alonso Rodríguez, en un camino de santidad.

Se enfermó el 8 de septiembre de 1929 y murió al día siguiente, sin dar molestias a nadie.

Su fama de santidad siempre había sido grande, aún en vida; pero creció extraordinariamente después de su muerte.

Su causa se introdujo en 1950 y fue beatificado por Juan Pablo II el 6 de octubre de 1985. Sus restos descansan en la “Capilla del Hermano Gárate” en la Universidad de Deusto.

Su memoria litúrgica se celebra el día siguiente, 10 de septiembre.

P. Leonardo Castellani S.J.

Nacido en Reconquista, Provincia de Santa Fe, República Argentina, el 16 de noviembre de 1899. Era hijo de Héctor Luis Castellani y Catalina Contepomi. Héctor Luis llegó a la Argentina en 1872 a los 5 años con su padre Leonardo, arquitecto florentino y fundador de la colonia San Antonio de Obligado en el norte santafesino. Don Héctor fue maestro normal y ejerció el oficio de periodista. Fundó y dirigió el periódico "El Independiente", el primero en el norte de Santa Fe. En la época de Leandro N. Alem, militó en la Unión Cívica Radical. Tras un confuso episodio con la policía provincial en 1906, Don Héctor recibió un pistoletazo que le produjo la muerte. Su madre, Catalina Contepomi, era nacida en la Argentina de una familia de inmigrantes friulianos, supuestamente descendientes de condes. Los Castellani Contepomi tuvieron otros tres hijos menores: María Magdalena, Luis Oscar y Armando Néstor.
En su niñez Leonardo Luis perdió un ojo que le fue reemplazado por uno de vidrio. Asistió a la escuela primaria particular de don José Parodi y en 1913 quedó pupilo en el célebre Colegio de la Inmaculada, dirigido por los padres jesuitas en Santa Fe. Allí conoce a dos amigos de toda la vida: el poeta Horacio Caillet Bois y el político sanjuanino Alberto L. Graffigna.
El 27 de julio de 1918 ingresó como novicio a la Compañía de Jesús en el Noviciado de Córdoba. En 1924 pasa al Colegio del Salvador en Buenos Aires donde enseñaba Castellano, Literatura, Historia e Italiano. Por esos años publica en la revista del Colegio su fábulas camperas.
En 1928 comienza sus estudios de Teología en el Seminario Metropolitano de Villa Devoto. A fines de 1929 es enviado a Europa a proseguir sus estudios.
En la Universidad Gregoriana de Roma tuvo como profesores al cardenal Luis Billot S.J. y al P. Charles Boyer S.J., entre otros grandes. El 31 de julio de 1930 el cardenal Marchetti-Selvaggiani lo ordena sacerdote en Roma. El 8 de julio de 1932 parte para Francia, donde permanece tres años. El primer año, en Amiens-sur-Marne (Picardía), comienza estudios de filosofía. Pasa luego a París donde asiste a la Facultad de Filosofía de la Sorbona como alumno regular. Emile Brehier fue su profesor de Historia de la Filosofía. Concurre a cursos libres: al de George Dumas sobre examen clínico de enfermos mentales en "L'Asyle Sainte Anne" (1933-34), al de George Wallon sobre la escuela nueva (1932-33), y a los del P. Marcel Jousse S.J. --de cuyas ideas fue introductor en Argentina-- en "L'Ecole d'Antropologie" (1932-33) y en la "L'Ecole Practique des Hautes Etudes" (1933-34). Al finalizar el curso de 1934 se le otorga el diploma de "Etudes Superieurs en Philosophie, Section Psychologie".
En julio de 1934 va a Alemania y Austria con el patrocinio del embajador argentino en Francia, Dr. Tomás Le Breton, para profundizar sus estudios sobre Psicología y problemas educacionales. Visita escuelas especiales y reformatorios infantiles en Milán, Munich, Innsbruck y Viena. A principios de 1935 pone fin a su formación intelectual y regresa a su patria. Durante su estada en Europa había comenzado a colaborar en Criterio, lo cual sigue haciendo hasta 1942. Apareció además, en Buenos Aires, la primer edición en libro de sus Camperas.
En la ciudad eterna, se postuló al examen Ad Gradum, el cual exige el conocimiento y desarrollo de temas tan especializados y difíciles que, en cada siglo, uno o dos candidatos se presentan a rendirlos; mas, en ocasiones, ninguno los aprueba. Castellani, con notas todas sobresalientes, obtuvo el título más alto que la iglesia católica otorga a los más sabios entre sus doctores. Este título es el apodado "diploma bulado" por llevar como protocolización el mismo sello de plomo de las bulas pontificias. En él, el Su Santidad Pío XI y el General de la Compañía de Jesús, P. Wladimir Ledochowski, en 1931 acreditaron con su firma, que Leonardo Luis Castellani era "Doctor Sacro Universal" Cum licentia ubique docendi, cuyo título habilita a enseñar filosofía y teología en cualquier universidad católica del mundo sin reválida. El eximio título de Doctor Sacro Universal, asimismo, le daba derecho a publicar sus escritos sin censura previa, en los países donde no hubiese otro título igual o superior al suyo. Superior, no existía ninguno; igual, nadie lo tenía en la iglesia americana desde el Descubrimiento hasta él.
Fue teólogo, filósofo y poeta, y a juicio de un destacado filósofo actual, Héctor Mandrioni --quien fuera discípulo suyo--, "fue la inteligencia más brillante que produjo la Iglesia argentina" y fue también en buena medida desaprovechado por ella.
Sus esfuerzos intelectuales se dirigían hacia la Literatura y la Política. Así colaboró con Delfina Bunge de Gálvez en Ichtys, en el diario de los Mitre, La Nación (1937-41), con su amigo Lautaro Durañona y Vedia y con Santiago Díaz Vieyra en Cabildo (desde 1943). Fue director de la revista Estudios (1940-42).
Compartió una conmovedora amistad con el escritor Leopoldo Lugones quien se encontraba a punto de su conversión al catolicismo al producirse su suicidio. De acuerdo con Castellani, el suicidio de Lugones fue el fruto de la oposición de ciertos católicos de nota, incluida parte de la jerarquía eclesiástica, a su conversión. En las elecciones del 24 de febrero de 1946 es candidato a diputado nacional en segundo lugar por la Capital Federal a través de la Alianza Libertadora Nacionalista, que lleva su propia lista pero apoya la fórmula Perón-Quijano. No es electo y entre los años 1947 y 1951 vive los momentos de crisis con la Compañía de Jesús y de reinserción en la Iglesia Católica.
En diciembre de 1946, parte hacia Roma en el "Naboland" con un pasaje obsequiado por el P. José Silva S.D.B. Pretende hacer conocer al general de la Compañía de Jesús los hechos irregulares de que ha sido víctima y la situación insufrible que le ha sido creada. El 1 de enero de 1947 llega a Génova. Por fin es recibido por el P. Janssens quien lo conmina a salir de la Compañía de Jesús bajo condiciones que él determinaría posteriormente. No acepta y permanece en Roma. En junio de 1947 recibe orden por escrito de trasladarse perentoriamente a Manresa, España.
En la reclusión de Manresa pasa dos años de sufrimiento. Su confesor el P. José Murall S.J., y sus amigos argentinos y españoles le aconsejaron que solicitase su traspaso al clero secular, lo que finalmente hizo. Abandonó Manresa el 19 de julio de 1949 y llegó a Buenos Aires en avión el 22 del mismo mes. Se albergó en el Colegio del Salvador, dio cuenta de lo acaecido al P. Juan Castillejo S.J., rector del Colegio, y por escrito, por estar ausente en Córdoba, al P. Juan Moglia S.J. Por último, el 18 de octubre de ese año se le separa de la Compañía sin proceso.
Fue acogido con benevolencia y amistad por Mons. Roberto Tavella, arzobispo de Salta, quien lo alojó en su casa. En Salta, adonde llegó en 1950, fue poco a poco mejorando su salud, aunque el clima no era el ideal para él. Se desempeñó en la Escuela Normal de esa ciudad al frente de las cátedras de Metafísica y de Problemas Nacionales.Viaja a Buenos Aires a consultar a sus médicos. Estos le piden que abandone Salta y descanse al menos un año en Reconquista, su pueblo natal.
A comienzos de 1952 se establece en Buenos Aires y reasume su cátedra en el Instituto Nacional del Profesorado Secundario. En 1951 el gobierno de Perón había expropiado el diario La Prensa, que pasaba al dominio de la Confederación General del Trabajo, siendo director el escritor César Tiempo; allí Castellani colaboró en el Suplemento Literario. Hasta 1953 colabora también en la revista peronista Continente. En 1952 y 1953 dictó cursos de filosofía en la Sociedad Científica Argentina, y en 1954 y 1955, en el Teatro del PuebloDurante este tiempo sucede algo curioso, si bien había sido rehabilitado por el arzobispo salteño, en Buenos Aires no se le permitía ejercer sus funciones sacerdotales en público.
En 1955 es dejado cesante en sus cátedras, durante lo que él mismo Castellani denominó "el sarampión anticlerical de Perón". Sólo se le permite colaborar en el diario Tribuna de San Juan, dirigido por su amigo Alberto Graffigna. Allí durante todo el año '56 publica los comentarios al Evangelio dominical.Tras la caída de Perón, Castellani continúa su vocación periodística principalmente en Azul y Blanco. Sin embargo, en 1957 Tribuna es clausurado.
Como sacerdote recién en 1966, por gestión del Nuncio Apostólico, Mons. Lino Zanini, se le restituyó plenamente el ministerio sacerdotal, sin reservas ni condicionamientos. Así readmitido entre el clero de Buenos Aires, dictó sus últimos cursos y conferencias: en el Colegio Champagnat (1965), en el Salón de Actos de la Parroquia del Socorro (1968 y 1969), en el local de Patria Grande (1974, 1975 y 1976). También en esta época (1967-69), funda, dirige y escribe asiduamente en Jauja.
Muy tarde, llegaron algunos reconocimientos, Doctor "Honoris Causa" por la Universidad de Buenos Aires y el premio "Consagración Nacional" (30 de diciembre de 1975).
Pasó sus últimos años como ermitaño urbano, acompañado únicamente de Irene Caminos, su ayudante, y las visitas frecuentes de sus amigos. Falleció el 15 de marzo de 1981 en la ciudad de Buenos Aires.
Su tomismo fue muy original, combinando elementos del neoescolasticismo italiano y del tomismo francés de principios del siglo XX, con el suarecianismo aprendido en su Orden. A mediados del siglo XX se vinculó a Pierre Marechal y su intento de explicación kantiana del tomismo. En sus años de persecución, se fue identificando de apoco con el danés Sören Kierkegaard, pastor luterano fundador del existencialismo, y adoptando muchas de sus reflexiones.
Se puede decir que, a diferencia de lo que sucedió con muchos otros pensadores de su generación, permaneció fiel a su pensamiento político toda su vida. Sólo comparando dos obras centrales, Las canciones de Militis, que firma con el seudónimo de Jerónimo del Rey, la cual recoge artículos publicados en Cabildo entre 1943 y 1944, y Esencia del liberalismo, que recoge una conferencia en la librería Huemul de 1960. El tema central del pensamiento político de Castellani es el anti-liberalismo o, tal vez mejor, desde la fe y el pensamiento católico juzga al liberalismo como una etapa del proceso de destrucción de la Cristiandad iniciado por la Reforma protestante, continuado con la Ilustración y la Revolución Francesa, y que engendró al comunismo. El liberalismo ha hecho mucho mal en Argentina y otros pueblos católicos: "Una herejía medio católica, medio protestante y medio atea [...] vino a la vida justamente cuando nosotros los argentinos veníamos a la independencia. Nos hizo tanto mal como una damajuana de caña en una jaula de monos: y no nos arruinó del todo, porque por gracia de Dios aquí había fuertes vitaminas españolas. Y también había hombres que no eran monos." Párrafos anteriores decía: "Esa obsesión de la libertad propia de un loco vino a servir maravillosamente a las fuerzas económicas que en aquel tiempo se desataron, y al poder del Dinero y de la Usura, que también andaban con la obsesión de que los dejasen en paz", marcando una conexión necesaria entre liberalismo y capitalismo salvaje, que engendra el colectivismo marxista.
Por iniciativa del cardenal Antonio Quarracino se inició una revalorización del padre Castellani, plasmada en la edición de sus obras completas en los '90.

Beato P. Miguel Agustín Pro S.J.

Miguel Agustín Pro Juárez, nació el 13 de enero de 1891 en la población minera de Guadalupe, Zacatecas, tercero de once hermanos e hijo de Miguel Pro y Josefa Juárez. El 19 de agosto de 1911, ingresa al Noviciado de la Compañía de Jesús en El Llano, Michoacán, luego de unos Ejercicios hechos con jesuitas y de haber madurado lentamente la decisión. Ya la familia había dado antes dos vocaciones religiosas en la persona de dos hermanas mayores de Miguel.
Luego del Noviciado, continúa sus estudios en Los Gatos, California, obligados los jesuitas a abandonar Los Llanos a causa de la presencia de fuerzas carrancistas. Estudia después retórica y filosofía en España. Desempeña el oficio de profesor en el colegio de la Compañía en Granada, Nicaragua y hace la teología en Enghien, Bélgica, donde recibe el presbiterado.
Un juicio imparcial sobre la vida de formación del P. Miguel nos inclina a admitir que gozaba en alto grado de talento práctico, pero que carecía de facilidad para los estudios especulativos, quizá debido a la deficiente enseñanza de sus primeros años. Su gloriosa muerte contribuyó además a que se esfumara el recuerdo de la parte negativa de su temperamento jocoso, bromista y agudo.
Una úlcera estomacal, la oclusión del píloro y toda la ruina del organismo hicieron prever un desenlace rápido al final de sus estudios en Bélgica. "Los dolores no cesan -escribe en una carta íntima-. Disminuyo de peso, 200 a 400 gramos cada semana, y a fuerza de embaular porquerías de botica, tengo descarriado el estómago... Las dos operaciones últimas estuvieron mal hechas y otro médico ve probable la cuarta". Luego detalla el insoportable régimen dietético que se le hace sufrir. Su organismo se reduce a tal extremo que sus superiores en Enghien tratan de apresurar el regreso a México, para que la muerte no lo recoja fuera de su patria.
En esta situación realiza su anhelo de viajar a Lourdes, al pie del Pirineo, donde espera una intervención de la Virgen que le devuelva las fuerzas que necesitará en México para ayudar a los católicos entonces vejados por una persecución. La prisión, el fusilamiento y el destierro están a la orden del día.
De la visita a la célebre gruta, escribe: "Ha sido uno de los días más felices de mi vida... No me pregunte lo que hice o qué dije. Sólo sé que estaba a los pies de mi Madre y que yo sentí muy dentro de mí su presencia bendita y su acción". Esa experiencia mística es para leerse entera en su vida. Sabemos por ella que la Virgen le prometió salud para trabajar en México. El exorbitante trabajo que tuvo los meses que vivió en la capital desde su llegada en julio de 1926, realizado además mientras huía de casa en casa para despistar a los sabuesos que seguían sus pasos, no hubiera podido ser ejercido por un individuo de mediana salud, y menos por uno tan maltratado como Miguel Agustín, de no haber sido por la intervención de la Madre de Jesucristo.
Así le sorprende el fracasado intento de Segura Vilchis para acabar con Obregón, el presidente electo. Las bombas de aquel católico exasperado estaban tan mal hechas que ni siquiera causaron desperfectos graves en el coche abierto del prócer. El lng. Segura había procedido con todo sigilo para preparar y ejecutar el acto. Nadie, sino el chofer y dos obreros estaban enterados. La liga de Defensa Religiosa, y por tanto Humberto y Roberto Pro, hermanos del Padre, y el mismo Padre, fueron ajenos al plan magnicida.
El Papa Pío XI había defendido a los católicos mexicanos y había condenado la injusta persecución en tres ocasiones a través de documentos públicos dirigidos al mundo. Calles, el perseguidor, estaba irritadísimo contra él; pero no pudiendo descargar sus iras contra un enemigo tan distante las descargó contra un eclesiástico, el P. Pro, al que la indiscreción de una mujer y un niño hizo caer en las garras de la policía mientras cometía sus cotidianos delitos de llevar la comunión, de confesar o socorrer a los indigentes. Calles se vengaría del Papa en un cura... Y aprovechando que el P. Pro estaba en los sótanos de la Inspección de Policía atribuyó a él y a sus hermanos la responsabilidad de un acto cuyo verdadero autor no había podido ser descubierto.
El autor verdadero, el lng. Segura Vilchis, había ágilmente saltado del automóvil desde el que arrojó la fallida bomba. Luego siguió caminando impertérrito por la banqueta mientras preparaba una coartada admirable. Obregón se dirigía a los toros. Segura Vilchis, sin ser reconocido por los esbirros, entró a la plaza detrás del general, buscó su palco y encontró el modo de hacerse bien visible y reconocible por éste. Así podía citarlo como testigo de que él se hallaba en los toros pocos minutos después del atentado.
No obstante, enterado por las extras de los periódicos de que acusaban al padre Pro y a sus hermanos Humberto y Roberto del lanzamiento de la bomba, Segura Vilchis resolvió su caso de conciencia y corrió a la Inspección de Policía para presentarse al general Roberto Cruz, Inspector General y, previa palabra de honor de que soltaría a los Pro, que nada tenían que ver con el delito, se ofreció a decir quién era el verdadero autor. Se delató a sí mismo y probó con toda facilidad que lo era. Con todo, de la Presidencia de la República llegó la orden directa de fusilar a los Pro y a Segura Vilchis, sin sombra de investigación judicial.
Así el 23 de noviembre de 1927, a la puerta del fatídico sótano, y minutos después de la diez de la mañana, un policía llamo a gritos al preso: "¡Miguel Agustín Pro!" Salió el padre y pudo ver el patio lleno de ropa y de invitados como a un espectáculo de toros, a multitud de gente, a unos seis fotógrafos por lo menos y a varios miembros del Cuerpo Diplomático "para que se enteraran de cómo el gobierno castigaba la rebeldía de los católicos".
El padre Pro caminó sereno y tuvo tiempo de oír a uno de sus aprehensores, que le susurraba:
-Padre, perdóneme.
-No sólo te perdono -le respondió-; te doy las gracias.
-¿Su última voluntad? -le preguntaron ya delante del pelotón de fusilamiento.
-Que me dejen rezar.
Se hincó delante de todos y, con los brazos cruzados, estuvo unos momentos ofreciendo sin duda su vida por México, por el cese de la persecución, y reiterando el ofrecimiento de su vida por Calles, como ya lo solía hacer antes... Se levantó, abrió los brazos en cruz, pronunció claramente, sin gritar.- ¡Viva Cristo Rey! y cayó al suelo para recibir luego el tiro de gracia.

martes, 24 de julio de 2007

P. Jaime Piulachs S.J.

Fue el P. Jaime Piulachs un varón verdaderamente apostólico muy de nuestro tiempo. Ningún campo de la actividad humana dejó sin la acción de su ferviente celo.
Ningún medio de apostolado dejó de utilizar para que el bien alcanzara al mayor número de almas. Todas las técnicas modernas puso al servicio de la causa de Dios, para expandir en las almas por todos los instrumentos modernos y con el ropaje y la técnica moderna, la verdad de Nuestro Señor Jesucristo. No puso nunca límites a su celo, como no tuvo nunca límites su amor a Dios.
Religioso de exacta observancia de sus reglas, se distinguió siempre por su vida interior y su familiaridad en el trato con Dios. Trabajador incansable de los ministerios sacerdotales, no cesaba jamás de concebir nuevos planes para ganar más y más almas. De ahí su incansable solicitud por los Ejercicios Espirituales, predicación misional, predicación en las fábricas y centros de trabajo...Para ello se rodeaba de todo género de colaboradores, unidos por su entusiasmo y su afán apostólico. Su piedad sencilla, alegre, confiada y sacrificada cautivaban. Miles y miles de almas se beneficiaron de su ministerio: religiosos y obreros, empresarios y profesionales, jóvenes y mayores, campesinos y oficinistas. Primero en una Congregación Mariana de obreros y oficinistas, después en la Obra de Ejercicios Parroquiales, desde la que proyectó su celo sobre toda la diócesis y sobre todo el movimiento de Ejercicios de España y aun de América.
Pero fue en los últimos años de su corta e intensa vida, cuando su celo rayó a una altura de heroísmo y generosidad inmensa. De esta época son la Asociación de Sacerdotes y Religiosos de San Antonio María Claret, la Unión Seglar del mismo nombre y la Fundación que lleva su nombre y apellidos.
En efecto, en pleno ambiente creado en torno al Concilio Vaticano II, inició el P. Piulachs un poderoso movimiento de espiritualidad sacerdotal, conforme a la recomendación del mismo Sagrado Concilio.
Así fundó la Asociación de Sacerdotes y Religiosos de San Antonio María Claret, la primera en su género, que ha servido de modelo para otras Asociaciones y Hermandades Sacerdotales en multitud de diócesis de España, Europa y América, como públicamente se proclamó en la asamblea sacerdotal del año 1969 en Segovia. El bien que han recibido los sacerdotes y por ellos innumerables almas, solamente, por su magnitud, Dios lo sabe.
La Unión Seglar de San Antonio María Claret sabe también que todo se lo debe, después de Dios, al P. Piulachs, su verdadero fundador. Es verdad que él no llegó a ver constituida la Unión Seglar en su plenitud, ya que el Señor dispuso de su vida medio año antes, pero él echó las bases de su constitución jurídica y fundamentó sus estatutos y su espíritu, y agrupó además los primeros seglares con ese fin. Por eso, al medio año exacto de su muerte, tuvo lugar la gran concentración católica de la Basílica de la Merced, que puso en marcha la Unión Seglar por cuya formación tanto había trabajado el P. Piulachs. Fue patente la unanimidad de todos los asistentes que llenaban ha rebosar la Basílica, al sentirse llamados a la Unión por el celo apostólico del P. Piulachs.
Siguió en seguida la Fundación P. Piulachs. En vida del P. Piulachs, esta obra de fomento y formación de vocaciones sacerdotales, comenzó a dar sus primeros pasos. Al talento práctico del P. Piulachs, no se le ocultaba que nada profundo podía hacerse en bien de las almas, si no se cultivaba una minoría de selección, en la juventud con vocación para el sacerdocio. Frente a las estériles lamentaciones, el P. Piulachs levantó una bandera de esperanza: la formación de una nueva generación de sacerdotes jóvenes, enamorados de la Iglesia, de las almas, del espíritu e ideales perennes del sacerdocio católico. Por eso, esta Fundación lleva su nombre, después de la muerte del P. Piulachs.
El fomento y formación de sacerdotes ejemplares para nuestro tiempo de crisis general, fue el ideal más querido de los últimos años de la vida del P. Piulachs. Cuarenta y ocho horas antes de morir pronunció estas palabras: "Ahora quiero dedicarme tanto como pueda a formar y ayudar a verdaderas vocaciones sacerdotales". Además, la Fundación P. Piulachs, quiere formar también, núcleos de perfección cristiana sacerdotal, virginal, matrimonial, ya que el auténtico problema de hoy es en el fondo un problema espiritual. El P. Piulachs, que con un amor sin reservas a Jesús y a María, iba sin circunloquios y sin problemáticas al fondo de las situaciones donde se debate la salvación de las almas, enseñó que no habrá vida de virginidad consagrada, ni vida matrimonial santificada, si no hay sacerdotes que lo alienten todo.
La Fundación P. Piulachs vive estrechamente vinculada a la Unión Seglar. No solamente por el mismo origen de su fundador, sino porque todos los miembros de la Unión Seglar están persuadidos de que el cometido más importante que puede realizarse para un mundo mejor es el de ayudar a formar sacerdotes como los deseaba el P. Piulachs. Desde su nacimiento, la Unión ha dedicado sus oraciones, limosnas, cuotas y demás aportaciones a la Fundación P. Piulachs.
Ni las persecuciones ni los desprecios que tuvo que soportar el P. Piulachs de manera especial en la última época de su vida, le apartaron de su fidelidad a Dios en esta hora de pasión de la Iglesia. También el P. Piulachs apuró en su vida el cáliz amargo de su pasión. Pero se entregó más y más a la Iglesia, hasta darle su vida. En la víspera del día de Navidad 25 de Diciembre de 1968, acabada una plática, cuando se disponía a celebrar el Santo Sacrificio de la Noche Buena, su hermosa alma voló al cielo. Allí nos espera y suplica para todos los miembros y amigos de la Unión Seglar el don de la fidelidad, la fortaleza, la alegría espiritual en medio de las persecuciones y un amor inquebrantable a la Iglesia, a su Santa Jerarquía, y a las almas.
Sean dadas las gracias a Dios, por la gracia que nos hizo en la persona del P. Piulachs.

San Alberto Hurtado S.J.

Fueron apenas quince años de sacerdocio. Pero los vivió tan a fondo, se preocupó de tantas miles de personas, ideó y concretó tal cantidad de obras, trabajó tan incansablemente por el Reino de Dios, que su amigo Manuel Larraín tuvo que concluir en su entierro que el paso del Padre Hurtado por este mundo había sido "Una visita de Dios a nuestra Patria".Nació con el siglo XX, en una familia aristocrática pero no rica, y vivió sus primeros años en el campo. Su padre murió pronto, dejando a su madre, sola, sin dinero y con dos pequeños hijos. Allegados en la casa de sus tíos, Alberto tuvo desde niño una vida austera y sinceramente cristiana. El ejemplo de una madre con una fe profunda y una caridad siempre atenta a las necesidades de los demás lo marcó para siempre.Becado en el Colegio San Ignacio de la Compañía de Jesús, fue un buen alumno pero no sobresaliente. Si no se destacó en el estudio, si lo hizo por su intensa vida espiritual. Aquí encontró la guía de varios sacerdotes que serían fundamentales en su vocación. Y aquí también conoció a sus entrañables amigos de toda la vida, varios de los cuales consagrarían su vida a Dios.Antes de entrar en la adolescencia, tenía su futuro decidido. Pero debió postergarlo considerando los problemas económicos de su familia. Estudio derecho, trabajando paralelamente, sin dejar nunca de lado su vida espiritual cada vez más profunda y una activa caridad. Resueltos los problemas económicos, partió al seminario.Al terminar sus estudios, después de pasar por varios países empapándose de la rigurosa preparación jesuítica, volvió a Chile. Fue como si aterrizara un ciclón.En la primera etapa de su vida de sacerdote se volcó hacia los jóvenes. Con visión profética escribió "¿Es Chile un país católico?", en el que cuestiona nuestro catolicismo por la coexistencia de abundancia y de miseria. No teme hablar de todos los males de Chile, pero cada capítulo está lleno de fe y esperanza, convirtiendo los males en desafíos para la juventud. El libro provocaría a miles de jóvenes que se dedicaría a la vida social, pública y más aún al sacerdocio. Retiros, Charlas, dirección espiritual, clases, organización, desfiles, antorchas. Los remece, los entusiasma, los convence. "Joven que lees estas líneas; si alguna vez en tu vida recibes un llamamiento a algo grande y generoso, apróntate para la lucha y regocíjate de antemano con la victoria. El Reino de los cielos padece violencia y solo los esforzados lo arrebatan... ¡ no vaciles!, ¡pelea valientemente por seguir el llamamiento de Cristo" Muchas vocaciones, una generación completa marcada.Pero divergencias con sus superiores en la Acción Católica, acusaciones de falta de espíritu jerárquico, de injerencia en lo político y de ideas avanzadas en materias sociales hicieron crisis. Humildemente, el Padre Hurtado obedeció y dejó su trabajo con los jóvenes.Entonces, todas sus energías se encauzaron hacia el otro tema que lo desvelaba : los problemas sociales. En cada pobre descubría a Jesús. Quería solucionar de inmediato los dramas que veía a diario, pero también buscaba las causas más profundas de la pobreza. Así tocó puertas, recolectó fondos y movió corazones para sacar adelante al Hogar de Cristo, donde cobijó a niños y viejos desamparados. Al mismo tiempo, estudió y viajó buscando respuestas modernas a los problemas sociales.Muchas otras obras de caridad puede ostentar nuestra sociedad, pero todo este inmenso esfuerzo de generosidad, muy de alabar, no logra reparar los estragos de la injusticia. La injusticia causa enormemente más males que los que pueda reparar la caridad".Incansable, siguió ideando obras que ayudarán a construir una sociedad más justa : La ASICH, para crear un sindicalismo cristiano; la Revista Mensaje, para analizar la realidad desde el punto de vista de la Iglesia.Tuvo tiempo para preparase. El cáncer al páncreas lo fue minando de a poco. "¿ Cómo no estar agradecido de Dios ? ¡ Qué fino es EL! Todas mis obras han prosperado; en lugar de un muerte violenta me manda una larga enfermedad para que pueda arreglar tantos asuntos; me da gusto ver tantos amigos... verdaderamente Dios ha sido para mí un Padre cariñoso, el mejor de los Padres

San José Mª Rubio S.J.

Tres de marzo de 1953. El médico Luis García Andrade, de Madrid, atiende en su consulta a la niña de dos años y medio María Victoria Guzmán Gascó, que padece una infección agravada con trastornos de meninge. A veces sufre convulsiones que duran entre cinco y diez minutos, con rigidez en las manos y en las piernas. El dignóstico no deja ninguna esperanza: se trata de una meningitis tuberculosa. A pesar de llevar un tratamiento riguroso, el estado de María Victoria empeora, hasta tal punto que el 8 de marzo parece muerta: ojos hundidos, ventanas de la nariz pinzadas, respiración imperceptible, cuerpo frío como el mármol y carente de reacciones.Entonces una persona declara que se habría podido salvar a la niña si se la hubiera encomendado al P. Rubio. La madre, pensando que nada es imposible para Dios, pide que busquen una reliquia del sacerdote. Tomando a su hija entre sus brazos, se la aplica por todo el cuerpo implorando: "Padre Rubio, haga todo lo que pueda" queriendo decir con ello que si vuelve a la vida que sea con buena salud, pues según los médicos, en el caso improbable de que sobreviviera, María Victoria se quedaría ciega y disminuida mentalmente.Al cabo de un rato, ante el general asombro, María Victoria abre los ojos, se sienta en brazos de su madre y dice: "Mamá, ponme los zapatos nuevos y vamos de paseo". El 10 de marzo, llevan a María Victoria a la consulta del Dr. Andrade. Un análisis de sangre revela que los síntomas que, cuatro días antes, habían producido un diagnóstico tan alarmante han desaparecido. "Es un verdadero milagro del padre Rubio, declara el médico. No se vaya de Madrid sin pasar por la casa de los jesuitas y contárselo todo al padre Cuadrado" (vicepostulador para la beatificación del padre Rubio).Tal prodigio es estudiado por los doctores Bosch Marín, miembro de la Academia de medicina, y Torres Gost, director del Hospital de enfermedades infecciosas. A sus dos años y medio, esa niña curada milagrosamente no puede ser una neurótica, ni una impostora. Además, los análisis revelan que ha padecido una infección orgánica aguda, de la que se ha curado súbitamente y sin la más mínima secuela psíquica. Los médicos de la comisión médica de la Congregación para las causas de los santos reconocerán, el 27 de junio de 1984, que la curación fue "instantánea, completa y permanente, sin ninguna explicación natural". Aquel milagro sirvió para la beatificación del padre Rubio.
Largos momentos con MARÍAPero, ¿quién es el Beato padre Rubio? José María Rubio Peralta viene al mundo en la villa andaluza de Dalias, Almería, el 22 de julio de 1864. Fue el mayor de doce hermanos, de los que sólo sobrevivieron cinco, cuatro mujeres y uno varón. Sus padres, agricultores, son muy buenos cristianos y, cada noche, rezan el Rosario en familia. El Ave María es una plegaria que viene del Cielo. "Los cristianos, dice el Papa Juan Pablo II, aprenden a rezar esa oración en familia desde su más tierna infancia, recibiéndola como un precioso don que hay que conservar durante toda la vida. Esa misma plegaria, repetida una y otra vez en el Rosario, ayuda a que muchos fieles puedan entrar en la contemplación orante de los misterios evangélicos y a permanecer en ocasiones largos momentos en contacto íntimo con la Madre de Jesús... Piden a la Madre del Señor que los acompañe y los proteja por el camino de la existencia cotidiana" (15.11.1995). De hecho, la intercesión de María produce abundantes frutos de santidad, y despierta vocaciones.José María frecuenta la iglesia desde muy pequeño y, cuando la encuentra cerrada, pide la llave al sacristán para poder rezar ante el Santísimo Sacramento. Lo que revela en él un espíritu sobrenatural. Es muy afectuoso con los suyos y estudioso en la escuela. Después de sus estudios de filosofía y de teología en el seminario de Granada, José María es ordenado sacerdote en 1887. Nombrado primero vicario y después párroco, cumple además durante trece años con el oficio de capellán de las religiosas bernardinas. En su apostolado sacerdotal, cuida de los enfermos y de los pobres, a los que instruye en las verdades de la fe. "Daba gusto oírlo", dirá un testigo. A través de su lenguaje sencillo, sin afectación, es Dios mismo quien pasa. En el confesionario, ofrece una dirección espiritual exigente, pero quienes recurren a su ayuda le son fieles más tarde, incluso si su dirección exige que abandonen los malos hábitos. Consigue que sus penitentes se comprometan a realizar los Ejercicios Espirituales de san Ignacio, los sumerge en lo sobrenatural enseñándoles a conversar con Dios en la meditación y en la oración, a realizar el examen de conciencia, a soportar por amor a Dios las dificultades de la vida.
La "Guardia de honor" y las "Marías"En 1905, su padre abandona este mundo hacia la eternidad. Aquel dolor deja libre al cuadragenario don José María, pues ya desde el seminario había deseado ingresar en los jesuitas, pero sus padres no se lo habían permitido. Así, en 1906 ve realizado su deseo. En el noviciado de los jesuitas, el padre Rubio se entrega con fervor a la oración y a la penitencia. Escribe: "Todo me viene de Dios y todo debe retornar a Él. Por eso mi corazón debe amar a mi dulce Señor, a Jesús, mi bien, mi reposo, mi consuelo, mi riqueza, y en el cielo, un día, mi gozo y mi gloria eternos".Se le asignan diversos ministerios. El Congreso Eucarístico Internacional de Madrid, en 1911, suscita una renovación de la práctica religiosa y de los actos de piedad hacia la Sagrada Eucaristía. Entre ellos, se le confía al padre Rubio la Guardia de honor del Sagrado Corazón, que reúne a sus miembros para los oficios religiosos, los primeros viernes de mes (con la hora santa la víspera), los primeros domingos de mes, en el retiro mensual, la novena de la festividad del Sagrado Corazón y los actos caritativos. El padre Rubio desvela muy pronto sus cualidades de organizador. Hay que añadir a ello otra obra: la de las Marías de los sagrarios. Se trata de proveer con Marías adoradoras los solitarios sagrarios abandonados por los cristianos. El padre exige de esas Marías que representan a las santas mujeres que se hallaban en el Gólgota, cerca de la cruz de Jesús, que abandonen toda vida mundana: ni novelas, ni modas, ni bailes, y les enseña a vivir en las virtudes sobrenaturales de la fe, la esperanza y la caridad.Las horas santas organizadas por el padre Rubio conocen un gran éxito y suscitan profundas transformaciones espirituales. La adoración del Santísimo Sacramento es, en efecto, un ejercicio sumamente útil para las almas. Cristo Jesús que murió, resucitó, que está a la derecha de Dios e intercede por nosotros, está presente de múltiples maneras en su Iglesia, pero sobre todo bajo las especies eucarísticas (cf. Catecismo de la Iglesia católica, 1373). En el Santísimo Sacramento de la Eucaristía están "contenidos verdadera, real y substancialmente el Cuerpo y la Sangre junto con el alma y la divinidad de nuestro Señor Jesucristo, y, por consiguiente, Cristo entero" (CIC, 1374).La Iglesia católica ha rendido y sigue rindiendo culto de adoración al sacramento de la Eucaristía, incluso fuera de la celebración de la Misa. Y lo hace conservando con el mayor de los cuidados las hostias consagradas, presentándolas con solemnidad a los fieles para que las veneren, y llevándolas en procesión. "La Iglesia y el mundo tienen una gran necesidad del culto eucarístico. Jesús nos espera en este sacramento del amor. No escatimemos tiempo para ir a encontrarlo en la adoración, en la contemplación llena de fe y abierta a reparar las faltas graves y delitos del mundo. No cese nunca nuestra adoración" (Juan Pablo II, cf. CIC, 1380).
Una sencillez cautivadoraEl éxito de los sermones del padre Rubio es tal que incluso logra asombrar a sacerdotes y jesuitas. Las multitudes se acercan para oírlo. "Conseguía penetrar en los corazones como el filo de un cuchillo", se dirá de él más tarde. Sin embargo, humanamente hablando, el padre Rubio es un predicador sin talento, y no hay nada extraordinario en su doctrina, en su estilo o en su elocución. Se expresa con una sencillez algo ingenua, como en una conversación privada, compartiendo con las almas su profunda vida interior.Un día, hablando por ejemplo del deber de reparar las faltas cometidas, decía lo siguiente: "Queridos hermanos, ¿acaso hay una forma mejor de repararlas? Cumplid con vuestro deber. Vosotros, padres de familia, cumplid con vuestra hermosa misión. Vosotras, esposas que me estáis escuchando, cumplid cada una a la perfección con vuestro deber en la vocación en que os ha situado el Divino Corazón. El cumplimiento del deber exige sacrificio". Y, con su lenguaje sencillo y accesible a todos, no duda en afirmar que faltar gravemente a su deber de estado y rehusar el sacrificio es seguir el camino del infierno; entonces resulta necesaria una conversión sincera para volver a tomar la senda del cielo.En sus sermones, el padre Rubio repite sin cesar las mismas cosas, pero las almas se dejan arrebatar siempre por el arrepentimiento y el amor. Les habla de los últimos momentos del hombre: de la muerte, del juicio final, del cielo y el infierno. En nuestros días "se habla poco de las postrimerías -decía el Papa Pablo VI-. Pero el Concilio Vaticano II nos recuerda las solemnes verdades escatológicas que nos conciernen, incluso la terrible verdad de un posible castigo eterno al que llamamos infierno, del que Jesucristo habla sin reticencias" (Audiencia del 8-IX-1971). El mismo Papa decía además: "Uno de los principios fundamentales de la vida cristiana es que debe vivirse en función de su destino escatológico futuro y eterno. Sí, hay realmente de qué temblar. Escuchemos otra vez la profética voz de san Pablo: Trabajad con temor y temblor por vuestra salvación (Fp 2,12). La gravedad y la incertidumbre de nuestra suerte final han sido siempre un abundante objeto de meditación y una fuente de energía sin igual para la moral, así como para la santidad de la vida cristiana" (28-IV-1971).
Perspectiva...Con motivo del 2 de noviembre de 1983, el Papa Juan Pablo II decía: "Las reflexiones que nos sugiere la conmemoración de los difuntos nos sumergen en el gran tema de los últimos momentos: muerte, juicio final, infierno y paraíso. Es la perspectiva que debemos mantener sin cesar ante nuestros ojos, es el secreto para que la vida adquiera pleno sentido y se desarrolle cada día con la fuerza de la esperanza. Meditemos con frecuencia sobre las postrimerías y comprenderemos mucho mejor el significado de la vida".Los santos creyeron en todas las épocas en la enseñanza de la Iglesia sobre los últimos momentos, incluida la existencia del infierno, dogma difícil de admitir para las mentalidades modernas, más tributarias de las apariencias y de los sentimientos que sometidas a la luz de la fe. El beato Federico Ozanam escribía lo siguiente: "Algunos contemporáneos no pueden soportar el dogma de la eternidad de las penas del infierno, y lo encuentran inhumano; pero, ¿pueden acaso amar más a la humanidad o tener una conciencia más precisa de lo que es justo e injusto que san Agustín y santo Tomás, que san Francisco de Asís y san Francisco de Sales? Así pues, no es que amen más a la humanidad, sino que tienen un sentimiento menos intenso del horror del pecado y de la justicia de Dios".Al mismo tiempo que enseña esas verdades de salvación, el padre Rubio no deja de exhortar a sus oyentes para que depositen su confianza en Dios, recordándoles que Él ha puesto a su disposición abundantes medios sobrenaturales para ganar el cielo: oración, penitencia, frecuencia de los sacramentos, perdón de las ofensas, etc. Su método, basado en la confianza del poder de la gracia, desbarata los temores pusilánimes. Un día en que va a predicar a los barrios populares de entrevías y Vallecas, le recomiendan encarecidamente que hable de cuestiones sociales sin decir ni una sola palabra sobre la confesión. A pesar de ello, el jesuita aborda únicamente ese tema y, nada más terminar, todos los hombres sin excepción se arrodillan en el barro pidiendo la confesión.
Bajo una escaleraApoyándose en las siguientes frases del profeta Isaías: Haced justicia al huérfano, abogad por la viuda. Venid, pues, y disputemos... Aunque fueren vuestros pecados como la grana, cual la nieve blanquearán (1,17-18), y en las del profeta Daniel: Rompe tus pecados con obras de justicia (4,24), el padre Rubio recomienda la práctica de las buenas obras y el cuidado de los pobres. Él mismo da ejemplo de ello, y cada día recibe cartas reclamando ayuda. Tiene que encontrar asilo para unos ancianos, dotes para futuras religiosas, trabajo para unos parados, además de recomendar a mujeres como asistentas, regularizar matrimonios, resolver litigios, conseguir limosnas para mendigos, visitar lisiados, etc. Al no poder atenderlo todo, pide ayuda a los seglares. "En el locutorio, donde esperaba mantener con él una entrevista espiritual -contó una de sus penitentes-, me dijo varias veces con gran delicadeza: -Ya hablaremos mañana. ¿Quiere sustituirme en una obra de caridad? Bajo una escalera, en tal número de tal calle hay una pobre tuberculosa. Es un alma en quien Jesús se complace. Se encuentra muy angustiada".Al padre Rubio le gusta entronizar al Sagrado Corazón (es decir, situar una de sus imágenes en un lugar de honor). Llegó a hacer 10.000 entronizaciones en 18 años, y no solamente en los palacios y en las escuelas, sino también en los más pobres tugurios. Lo hace, por ejemplo, en una vaquería, en la que el dueño duerme en el establo, colocando una imagen del Sagrado Corazón encima del comedero de los animales.Llega a fundar y a dirigir cuatro conferencias de San Vicente de Paúl. Se dedica mucho a los enfermos, y dice que ese cuidado ayuda a quienes tienen el alma en mal estado a entegrarse mejor, y, en general, a las personas que son poco simpáticas. Cuando pasea a pie con un compañero, ambos rezan el Rosario y lo terminan con una oración en una iglesia.En una ocasión, una mujer mayor le dice: Venga esta tarde a confesar a un moribundo", y le da la dirección. Cuando el padre Rubio llama a la puerta, le abre un joven que estaba tocando el piano. El religioso pronuncia el nombre del "enfermo", y el hombre dice: -Soy yo. -Perdone, me habían dicho que había un moribundo. El hombre se echa a reír, invitando luego al visitante, que ha subido tres pisos, a descansar un poco. Así que el padre entra, al mirar una fotografía, reconoce a la mujer mayor que, esa mañana, le había dicho que se dirigiera allí: -Es mi madre; hace mucho que falleció. -Sí, pero esa es la mujer que me ha dado su nombre y dirección, y que me ha dicho que fuera a confesar a un moribundo. -Espere un poco, dice el hombre, y confiéseme. Al día siguiente por la mañana, el músico fue encontrado muerto en la cama.El padre Rubio acude a los suburbios alejados de la capital, donde, roído por la miseria y la envidia, se amontona el desecho de la ciudad, donde los traperos viven encima de las inmundicias. Quiere evangelizar sistemáticamente a esa gente, pero una sotana no resulta bienvenida en esos barrios. No hay Misa, ni siquiera un lugar donde celebrarla, y nadie siente necesidad de ello, como tampoco la necesidad de una escuela católica. Con la ayuda de un compañero jesuita, el padre Rubio consigue comprar un terreno y construir una iglesia y dos escuelas en medio de los traperos.
Lleno de confusiónMediante todas esas obras, el padre Rubio mantiene en sí mismo una intensa vida espiritual. En 1917, Dios le obliga a pasar por duras pruebas interiores y por crisis de escrúpulos, a lo que hay que añadir algunas persecuciones del exterior, pues algunos compañeros están en total desacuerdo con sus proyectos y con sus métodos, se burlan de sus obras y pretenden que quiere acapararlo todo. A pesar de aquellas humillaciones, él manifiesta una paciencia poco común y confiesa con sinceridad su insuficiencia: "No sé cómo me ve Dios. Seguro que mal, me temo. Rezad por mí. Camino lleno de confusión al ver el estado de mi alma. Mis amigos conseguirán que Jesús tenga misericordia de mí". No obstante, según él, hay que saber aprovechar los defectos y las imperfecciones de cada uno para perseverar en la humildad, y él mismo sigue los consejos de sus superiores, de sus iguales y de sus inferiores.Desde su juventud, durante la cual tuvo que tomarse un año de descanso, el padre Rubio nunca se había cuidado, fatigándose incluso en exceso. Un día, el médico le diagnostica una angina de pecho. Su superior decide enviarlo a descansar al noviciado de Aranjuez, pero el padre Rubio no se hace ilusiones: "Me voy a Aranjuez para morir". Sin otra cosa más que su crucifijo y dos diarios personales, sube al automóvil que le han procurado dos de sus hijas espirituales, quienes se lamentan de verlo partir: "Ya no me necesitáis -les dice-. Sabéis cuál es el camino que conduce al cielo y es lo único que os falta por hacer"."Estoy aquí para arreglar mis asuntos con Dios y para descansar", dice al llegar a Aranjuez. El 2 de mayo de 1929, víspera del primer viernes de mes, dice a su superior: "Padre, ¡qué día tan bueno el de mañana para subir al cielo desde hoy!". Desde su ordenación sacerdotal, 41 años antes, había repetido sin cesar su deseo de morir un primer jueves de mes, para celebrar mejor en el cielo el primer viernes. Hacia las seis de la tarde se siente muy mal. Recibe inmediatamente los últimos sacramentos. Poco después expira, dejando su cuerpo en la tierra, mientras su alma entra en la indecible felicidad del cielo.Al proclamar Beato al padre José María Rubio, el 6 de octubre de 1983, el Papa Juan Pablo II lo presentó como a un "verdadero otro Jesucristo". Que podamos nosotros también, con la ayuda de la Virgen María y de san José, llegar a ser unos perfectos discípulos del Salvador..

P. Segundo LLorente S.J.

Segundo Llorente nació el 18 de Noviembre de 1906 en Mansilla la Mayor, un pueblo de León, siendo un muchacho fuerte, inteligente, alegre, lleno de vitalidad y tremendamente comunicativo.
A los 17 años decidió hacerse jesuita y entró en el noviciado que tenía la Compañía de Jesús en Carrión de los Condes. Su ideal, es el “magis” de S. Ignacio, hacer lo más y mejor al servicio de Dios N. S. por lo que pide ser misionero en Alaska, el lugar considerado entonces como el más difícil. Aunque tiene que insistir, al final, terminados los estudios de humanidades y filosofía en España, es transferido a Oregón [Estados Unidos], de quien depende la misión de los jesuitas en Alaska.
Aún tiene que estudiar inglés y teología, siendo ordenado sacerdote el 24 de Junio de 1934, y en septiembre del año siguiente viajará, por fin, a su deseada misión en Alaska.
Su primer destino es Akulurak, un centro misionero con escuela para niños y niñas. Tendrá que aprender el manejo del trineo tirado por perros. Estudia también la lengua esquimal, y sobre todo aprende a comprender y querer a los esquimales.
Resistiendo terribles temperaturas invernales, que llegan hasta 52 grados bajo cero, realiza su labor pastoral, hablando de Dios a grandes y pequeños: bautizando bebés, dando catequesis a niños y adolescentes, bendiciendo matrimonios, asistiendo a moribundos, celebrando la Eucaristía y escuchando confesiones,…
En sus continuas rondas por el territorio, además de actuar como sacerdote, se hace cargo de niños que están solos o que viven malamente con sus padres, para llevarlos a los colegios internados que tenían los misioneros, toma datos de los ancianos que tienen derecho a pensión del Gobierno, para tramitarles el “papeleo” correspondiente,…
Su labor era tan extraordinaria, y era tan querido por los esquimales, que lo eligieron su representante en el Congreso de Alaska, en el año 1960, y resultó ser un congresista inteligente y enterado que brindó grandes servicios a la comunidad esquimal que representaba.
Murió de cáncer el 26 de Enero de 1989, siendo enterrado en un cementerio frente a las Montañas Rocosas en el que sólo pueden ser enterrados indios y misioneros que hayan estado más de veinte años al servicio de los habitantes de Alaska.

P. Tomás Morales S.J.

Perfil Humano
Dios le otorgó un rico conjunto de cualidades humanas, morales y espirituales: voluntad fuerte, valentía y gran libertad de espíritu; alta capacidad intelectual y de trabajo; amor al hombre concreto y fina sensibilidad para el bien y la belleza. En las iniciativas, intrépido, acometía las obras fundado en las virtudes sobrenaturales: fe, amor a Cristo y a la Iglesia y una confianza inmensa en la Virgen María. Hombre de profunda vida interior y de ricos contrastes, sus obras son un reflejo de la armónica síntesis de extremos aparentemente opuestos: contemplativo y activo, fue fundador de movimientos apostólicos y de vocaciones consagradas seculares y suscitador, al mismo tiempo, de gran número de vocaciones a la vida contemplativa.
Infancia y Juventud
El Siervo de Dios P. Tomás Morales S. J. nació en Macuto (Venezuela), el 30 de octubre de 1908. Sus padres, oriundos de la isla de la Palma, habían viajado a Venezuela por negocios. Tomás recibió una esmerada educación en el seno de su familia. Ya en Madrid, estudió en el Colegio de los Jesuitas de Chamartín y posteriormente Derecho en la Universidad Central de Madrid en la que obtuvo el Premio extraordinario. Vivió activamente toda la realidad universitaria de aquellos años como presidente de los Estudiantes Católicos. Realizó el doctorado en Bolonia. Su tesis mereció ser distinguida con el premio Víctor Manuel II. A los veintitrés años abandona su prometedor futuro para ingresar en la Compañía de Jesús en Chevetogne (Bélgica). Fue ordenado sacerdote el 13 de mayo de 1942 en Granada.
Al Servicio de los Jóvenes Trabajadores
En 1946 comienza en Madrid una intensa labor con trabajadores de empresa. Con ellos fundó el Hogar del Empleado, un movimiento apostólico de gran vitalidad que generó múltiples obras sociales: cooperativas, viviendas, centros educativos, sanatorios... motivadas por su amor al hombre concreto y para responder a las ingentes necesidades de la España de posguerra.
Fundador
El P. Tomás Morales S. J. consagró su sacerdocio con visión profética a la animación de los laicos, convencido del precioso don que adquieren en su bautismo y de sus enormes posibilidades como corresponsables de la misión de la Iglesia. Miles de horas dedicadas a la dirección espiritual y más de 500 tandas de Ejercicios Espirituales dan testimonio de la radicalidad de su entrega a Dios y a los hombres.
Fruto de esta entrega es su obra más importante: la fundación de dos Institutos Seculares, Cruzados y Cruzadas de Santa María, la asociación pública de fieles Hogares de Santa María y la Milicia de Santa María, movimiento apostólico para los jóvenes. Todos ellos ofrecen un fuerte dinamismo evangelizador con dos objetivos preferenciales: los jóvenes y las familias de todo el mundo.
Causa de Canonización
El Siervo de Dios P. Tomás Morales S. J. falleció en Alcalá de Henares (Madrid) el 1 de octubre de 1994, festividad litúrgica de Santa Teresa del Niño Jesús.
Apertura de la causa de canonizaciónLa apertura de su causa de canonización tuvo lugar el pasado 24 de junio de 2000 en la archidiócesis de Madrid.
Cierre del proceso diocesanoEl 18 de Marzo 2007 tuvo lugar la clausura del proceso diocesano de canonización en Madrid. Las etapas siguientes se harán en Roma.

P. Fernando Huidobro S.J.

FERNANDO HUIDOBRO POLANCO, S.J.
Al atardecer del día 10 de marzo de 1903 nace, en el seno de una familia católica. Fernando Huidobro Polanco. Su padre, José de Huidobro y Ortiz de la Torre, era de Santander, lo mismo que su madre, María Polanco y Bustamante, y procedían de familias muy vinculadas en la montaña, muy queridas y respetadas por todos. Él, ingeniero de minas, ejercía en la compañía Transatlántica. Su madre se dedicó por completo al cuidado y la educación de sus 9 hijos. De éstos nueve hermanos dos fueron ingenieros, dos militares muy destacados (uno de ellos, aviador, logró salvar la vida milagrosamente después de un accidente en la guerra), dos sacerdotes y dos hermanas que dedicaron su vida al servicio de Dios en las Religiosas Esclavas.
Fue bautizado a los 2 días de su nacimiento en la parroquia de la Anunciación. La casa natal del santo estaba frete a la Iglesia del Sagrado Corazón de los jesuitas y esto contribuyó a que la familia tuviera una especial predilección y afecto por esta Orden.
Fernando hizo su primera comunión el 23 de junio de 1911, en Melilla, a donde la familia se trasladó por ser destinado a esta plaza fuerte del Norte de África su padre por encargo del presidente de la compañía Transatlántica Marqués de Comillas, para dirigir la construcción del nuevo puerto en aquella ciudad principal del nuevo protectorado español.
En diciembre de 1911 abandonaron Melilla y se establecieron en Madrid. Una vez allí estudió en el colegio mangas o academia Hispano-Americana. Un día su madre fue al colegio para hablar con el director y éste le manifestó, además del merecimiento de las excelentes notas en sus estudios, sobresalientes y matrículas de honor que le hacían el mejor del colegio, las repetidas veces que Fernando se había dirigido al jefe de estudios para que no le pusieran a él siempre el primero, ya que sino los demás nunca podrían serlo.

Por este tiempo sobrevino a la familia un luto inesperado. A principios de septiembre de 1916 muere su padre. Para felicidad del recién fallecido y el consuelo de su familia, don josé vivía siempre preparado a presentarse delante de Dios a dar cuenta de su vida, tan enteramente dedicada a su servicio.
Un par de años antes de culminar sus estudios de bachiller, comenzó a comulgar semanalmente. Tal vez coincidió esta mayor insistencia en las prácticas de piedad con el fallecimiento de su padre, hecho que tan dolorosamente le afectó. Durante las vacaciones de 1917 trató bastante con los Padres Jesuitas de Santander, a quienes tan cercanos tenía en su Iglesia del Sagrado Corazón.
Llegó la Cuaresma de 1918. Cuatro meses más y Fernando obtendría el título de bachiller. Dos de sus hermanos mayores cursaban los estudios militares. ¿Sería éste su camino? Algunas veces así se lo imaginó. Antes de tomar una decisión de tan sin igual importancia para su vida entera, quiso, a fin de pensarlo mejor, hacer unos días de Ejercicios Espirituales de San Ignacio. Nunca los había hecho. Desde esa fecha ya comenzó a decir confidencialmente a su hermano Ignacio que pensaba hacerse jesuita. Para conocerlos mejor estudió el último curso en un colegio de esta Orden. De las tres matrículas obtenidas, en las tres asignaturas que tenía, una la alcanzó en circunstancias bien ingeniosas. El examinador le pregunta la teoría de Kant. Después de explicarla, su profesor lo elogia ante el examinador. Éste, va a puntuarle cuando Fernando le dice: -Pues si ahora ustedes me lo permiten refutaré el sistema expuesto porque yo lo estimo falso. No tuvo más remedio, el examinador socialista, que darle matricula por defender de una manera tan brillante su posición.
Por fin el día 15 de octubre de 1919, después de suspender su carrera, parte hacía el noviciado de La Cartuja, en Granada. Al entrar en el noviciado, después de varias preguntas y argucias que le hizo uno de los maestros, acerca de su preferencia por la compañía, le dice Fernando: ¿Porqué entró usted jesuita? Y ahí se acabaron las preguntas.
Marcha enseguida hacia Burgos para comenzar sus estudios de teología. Empezaban los tiempos difíciles de la 2ª República. Un incendio que se produce en la madrugada destruye la casa de los jesuitas. Éstos se repiten en varias casas más. Aún no estaban repuestos de la pesadilla del último incendio cuando en enero del 32 se firma el decreto que disuelve la compañía de Jesús. Se les daba 10 días para abandonar las casas. Fernando parte hacia Bélgica y allí continua sus estudios.
En abril de 1933 sube al diaconado en la capilla de San Ignacio, en Holanda. El 28 de agosto del mismo año celebra su primera Misa acompañado de su madre, tres de sus hermanos (entre ellos Ignacio, que estaba en el noviciado) y un tío suyo.
A principios de 1936 hizo su retiro anual que terminó con la renovación de sus votos religiosos. Al salir de los ejercicios se encuentra con la muerte de Calvo Sotelo, a partir de ese momento las noticias corren y son seguidas con avidez en la radio. Quedaron incomunicados con el provincial que estaba en Madrid y entonces el P. Huidobro pidió al viceprovincial que le enviase a ejercer sus ministerios sacerdotales a España. Una vez tomada, en cuanto de él dependía, la decisión de ofrecerse, y después de mucho encomendar este asunto al Señor en la oración, ya en adelanté perseveró, sin vacilar un momento. Marcha hacia España y tiene su primer contacto con la guerra en el frente de Guadarrama. Allí estaba el padre Caballero que lo recibe con mucha alegría.. Marcha para Cáceres y allí se dirige al cuartel general de Franco para ofrecerse como capellán donde más lo necesiten. Es el mismo General quien le manda hacia Talavera para unirse a la legión como capellán de la 4º bandera.
Los principios son duros ya que su aspecto choca a los rudos soldados de la legión. "Menudo crío nos han traído"era la expresión cuando vieron al recién llegado. Fue tal su valor, ya en el primer combate, que los legionarios repetían igual frase, mas con un sentido bien distinto. Se ganó a todos los legionarios: los guiaba espiritualmente y los atendía en todo momento. Les leía las cartas de sus familiares a los analfabetos y hacía de escribano. En cualquier momento, aun en medio de las trincheras muy difíciles de vanguardia, se hacía el encontradizo con alguno de ellos y le exhortaba a la confesión.
Fue muy grande el cariño que le llegaron a profesar sus legionarios, quienes lloraban junto a su camilla cuando fue herido en la casa de Campo el 9 de noviembre de 1936. "Nunca se quiere tanto como junto a la muerte."Una bala le perforó la pierna. Tenía una gran hemorragia y dispusieron que saliera en la primera ambulancia, pero él se negó en rotundo a abandonar a los demás heridos hasta que no viniese otro capellán. Le hicieron un torniquete y desde una silla desvencijada continuó su labor de asistir y consolar a los heridos. Finalmente fue trasladado al hospital de Griñón y más tarde al de Talavera de donde saldría la víspera de la Inmaculada para volver a unirse con sus legionarios.
El 5 de abril de 1937 y después de un retiro espiritual (de 4 días, por falta de más tiempo) realizaba el acto cumbre en su vida religiosa: la profesión solemne.
Seis días después, en la mañana del domingo 11,varias horas llevaba infatigable, el P. Huidobro en las trincheras más batidas de la Cuesta de las Perdices, donde las bajas eran incesantes. Después de varios intentos por que se retire del frente consiguen que vaya a atender a los heridos al hospital de campaña. A mediodía un obús ruso revienta en el hospital y el Pater muere en el acto. Desde ese momento el Padre Huidobro está en los Cielos, disfrutando de la Gloria Celestial, y desde allí recibe las súplicas de los que desde entonces piden su intercesión para superar las dificultades de la vida terrenal.

P. Manuel García Nieto S.J.

MANUEL GARCÍA NIETO

DATOS BIOGRÁFICOS
El padre Manuel García Nieto nació en Macotera (Salamanca - España) el año 1894. A los 14 años ingresó en el Seminario de Salamanca. Ordenado sacerdote en 1920, ejercitó durante seis años el ministerio parroquial en Cantalapiedra y en Santa María de Sando, imitando en su oración, penitencia y celo al Cura de Ars. Desde su entrada en el Noviciado de los Jesuitas en 1926, su alma se imbuyó en un amor ardiente a la persona de Cristo. Fue destinado a ser Padre Espiritual de los seminaristas de Comillas, donde pasó su vida religiosa hasta su muerte en 1974. Su alma vivía durante el día unida a Dios con una oración que se prolongaba durante buena parte de la noche junto al Sagrario. Mereció que le llamaran el padre de los pobres, porque vivía para sus seminaristas y para sus pobres. Extremadamente duro consigo mismo, penitente al estilo de San Pedro de Alcántara, era acogedor y comprensivo con todos. Muchos definen al P. Nieto como uno de los mayores santos del siglo XX.
UNA CONSIDERACIÓN SOBRE SU VIDA
Leer el libro del Padre Nieto es una gracia actual desde la primera página hasta la última. Siento la mano de Dios en cada párrafo. Realmente ese hombre era un fuera de serie en la santidad. Y sin embargo no me abruma la lectura del libro como si se tratara de algo inalcanzable.
No he tenido la suerte de conocer y tratar a este hombre de Dios. A pesar de ello, según voy pasando las páginas, me parece que lo he tratado, que lo he conocido, se me hace un ser querido, un familiar en la fe, un verdadero padre.
Es verdad que no pretendo imitarle en su vida al cien por cien. Pienso que sin un milagro especial de la gracia de Dios, resultará imposible.
Pero sí aumenta uno en el amor a Dios, a Cristo Eucaristía, fuente de todo el obrar del Padre Nieto. ¡Qué campo tan amplio de imitación...! Era un enamorado de Cristo, de su pasión... Y DE LA EUCARISTIA. JUNTO AL SAGRARIO PASABA HORAS Y HORAS.
"Dios me ha creado para ser santo, - solía decir -; Cristo me ha redimido para que yo sea santo; el Espíritu Santo mora en mí para que yo sea santo."
Pedirle al Señor todos los días, como él lo hacía, el don de oración y el don de la abnegación. ¿Qué mejor petición?
Leer la biografía del padre Nieto es un baño de juventud. Aquellas ideas sanas de conversión, de amor a Jesús - Eucaristía, de entrega total y generosa, vuelven con fresca actualidad. Y uno recuerda la frase del salmo : " deduc me in via antiqua " (= Llévame, Señor, por el camino de antaño) . Cuando leo y medito este libro, actualizo lo más real de mi vida: mi existencia propia y mi sacerdocio. Y me ayuda a continuar viviéndolo en pura fe.
Me emociona y extraña su carisma de penitencia. Es imposible seguirle sin un milagro de la gracia de Dios. Estoy convencido de que el Señor le ha sostenido en ese régimen de vida para que nos demos cuenta todos de la necesidad del sacrificio. Ha exagerado las horas de oración junto al Sagrario para que, al menos, dediquemos una hora cada día al trato más íntimo con Dios. Este libro anima. Nieto sigue haciendo bien después de su muerte.
A ratos me pregunto: ¿se trata de una persona normal? ¿No estará loco? De estos locos, locos de amor a Dios y al prójimo, nos hacen falta unos cuantos. ¡Cómo cambiaría la vida de los indiferentes, comodones y vividores! No habría tanto loco de egoísmo...
El Señor ha sido bueno conmigo por hacerme conocer ahora al Padre Nieto. Me ayuda a quitar temores al dolor, al porvenir, a la enfermedad y a la misma muerte; es un aliento para mi fe. Unicamente deseo vivir más para tener más oportunidad de ser mejor. Pero que sea lo que el Señor quiera.
Leer la vida de este hombre me hace mucho bien; me ayuda a vivir en paz y tensión espiritual; acrecienta mi fe. Quien ha sentido su influjo en Comillas o en ejercicios o ha leído su biografía con interés interior, no puede permanecer como antes; tiene que tender hacia arriba.
EL PADRE MANUEL GARCÍA NIETO
II
PENITENTE
El P. NIETO, MODELO DE PENITENCIA
La mortificación voluntaria cuenta mucho. Pero es necesario mentalizarse sobre esta práctica. A mi me ayuda el testimonio de gente santa actual, como el padre Nieto.
El solía decir esta idea: Qué vergüenza entrar en el cielo con un cuerpo cómodamente cuidado, cuando El estuvo llagado y coronado de espinas. Y lo cierto es que cuando el corazón está lleno de Dios necesita pocas cosas para vivir. Quien encuentra gusto en la cruz, tiene necesidad de pocas cosas para vivir; así lo afirmaba y lo vivía Nieto. Y solía afirmar a sus seminaristas: El dolor es el tesoro más grande de este mundo; es el gozo más íntimo y divino. El que no renuncia a los gozos humanos no puede gustar los divinos.
Lo que nos suele ocurrir es que buscamos los gozos humanos y los divinos, y eso no es posible. Nos quedamos sin ninguno. De aquí puede llegar todo el malestar de personas consagradas a Dios.
Pedía siempre Nieto a Dios el don de la oración y el del sacrificio y abnegación junto a él. Creo que esa puede ser la solución.
También afirmaba: Los hombres no hacen penitencia. Cierto, la penitencia debilita el cuerpo, pero fortalece el alma. Muchos santos tuvieron la salud débil e hicieron cosas grandes. ¿Para qué queremos la fuerza del cuerpo, sino para gastarla por Cristo?
Cuando medito en todo esto, me lleno de admiración y veo qué pequeño soy en comparación de personas que han vivido de verdad la abnegación propia.
"Señor, - exclamaba en su oración - te pido dolor y sufrimiento, y Tú me das felicidad y dulzura."
Siempre enamorado de la pasión del Señor: inmerso en su dolor; embriagado del amor de Cristo. A todos animaba, a todos arrastraba, de todos se ocupaba para ayudarles a caminar hacia las alturas.
Nieto, después de la comunión, se abismaba en la adoración y en la súplica por las necesidades de la Iglesia y de tantas personas a él encomendadas. Al final decía: "Oh Señor, deseo ser introducido en la llaga de tu costado. Y desde allí te pido: padecer y ser despreciado para asemejarme a ti."
Y no fue el Padre Nieto mero espiritualista. Se ocupó, como Jesús, de que vivieran sin hambre y con dignidad muchos cientos de personas desheredadas de la fortuna.
Estremecimiento causa aquella petición suya: "Dame, Señor, una muerte con dolor, con mucho dolor, como Tú en la cruz. En ti confío que me dotarás de fuerza para sobrellevarla."
Y murió García Nieto en la noche del Viernes Santo. Ahora se cumplen veinticinco años. ¡Crucificado con Cristo! Para con El resucitar.
El PADRE NIETO
III
NIETO, ENAMORADO DE LA EUCARISTÍA
Pasaba el P. Nieto horas y horas delante del Sagrario antes de transmitir su mensaje de fe. Estaba allí en los días de fiesta la tarde entera y no se movía: "Arrodillado en la grada del presbiterio lo dejé a primera hora de la tarde; volví ya de noche, y allí permanecía inmóvil" - así decía un testigo presencial. No se contentaba con un espacio de sesenta minutos: necesitaba horas y más horas de tiempo para caldear su alma junto a Jesús Sacramentado. Después, provocaba su palabra incendios de amor.
Encantaba a los seminaristas participar en la conversación con este hombre ferviente; escuchar sus pláticas siempre encendidas de amor al Sacramento; leer sus cartas, impregnadas de Dios. Aun hoy disfruta nuestra alma oyendo el verbo cálido de este apóstol moderno de la Eucaristía.
Una emoción inmensa embarga el espíritu de quien penetra en el misterio de este asceta sin par. Duda a veces si se trata de ensueño o realidad. Llena de admiración comprobar que en nuestro siglo haya existido una persona de esta talla de santidad. Un serafín en el amor a la Eucaristía; un místico como Juan de la Cruz o Teresa de Jesús; un penitente como Pedro de Alcántara; un padre de los pobres como Vicente de Paúl; un enamorado de sus almas, como el Cura de Ars. Todo en una pieza.
-"Dadme, Señor, el don de oración, dadme el don de abnegación", repetía una y mil veces en sus escritos íntimos, en sus apuntes de ejercicios. Nieto acudía al Señor con esta plegaria, y Dios atendió su constante ruego. ¡Cuántos miles de horas vivió entregado a la contemplación a los pies del sagrario! Consiguió desligarse de todo apego terrenal, para adherirse por completo a lo eterno!
"La oración y el sagrario ha de ser para ti como la comida: una necesidad. Algo sin lo cual no puedas pasar". Solía también decir Nieto a sus seminaristas, a propósito de la oración: - Si un día marchas lejos y no puedes hacer la oración, aunque sea por la noche, aunque estés rendido has de hacerla. Las comidas no las omitimos, las retrasamos. Pero aún debiera ser la oración más importante para todos los que deseamos avanzar en la perfección: antes dejar la cena que el rato de intimidad con el Señor.
Me gusta la espiritualidad fundada en el Sagrario. Creo que ha sido un poco mi distintivo desde los años de mi primera conversión. Por otra parte me estimula el ejemplo de personas santas como Sta. Micaela, y en los tiempos recientes el Padre Nieto. Recuerdo mucho a este hombre por lo que de él me hablaban los seminaristas que con él se dirigieron espiritualmente. Desde sus tiempos jóvenes era aficionado a largas visitas. Algunas veces sus compañeros le tomaban el pelo a Nieto, pero él seguía. Más tarde fue el centro de su vida espiritual el Sagrario. Llamaba la atención por su reverencia ante el Señor: siempre de rodillas, sin apoyarse, pasaba largas horas allí. Luego fue contagiando en aquellos seminaristas esta ilusión e ideal.
Ahora se cierran las iglesias. Las cierran porque no va nadie a visitar a Jesús. Y no va nadie porque los sacerdotes no se arrodillan o se sientan junto a su sagrario. Así nos va a todos...
Leía que el Padre Nieto los domingos por la tarde en la parroquia se arrodillaba junto al Tabernáculo desde las cuatro hasta bien entrada la noche. Poco a poco la gente le fue imitando. ¡Suerte poder disfrutar de la presencia real de Jesucristo! "Habitar en la casa del Señor todos los días de mi vida."
El padre Nieto era el enamorado del Sagrario. Para él hablar de oración era sinónimo de horas de Sagrario. Allí, de rodillas, clavado, inmóvil, siempre sobrecargado de ocupaciones, y sacaba tiempo para estar en diálogo y adoración.
En una ocasión le dijeron de ir a Roma a ver al Vicario de Cristo. No quiso hacerlo y contestó: -"Aquí, en el Sagrario tengo al mismo Jesús."
- Un día sin oración es un día de perdición, solía decir. A mí, ver la vida de este hombre me hace mucho bien. Alienta ver a personas que viven a tope su fe. Por la mañana abrazar a Jesús en la comunión y no aflojarlo durante todo el día. Hacer los posibles por visitarle varias veces.
Decía Nieto en una carta a un alumno de Comillas: "Firme en tu vida de intimidad con Jesús. Estás cerca, muy cerca de la santidad; no dejes el camino comenzado. Sigue con tu diario espiritual y enviando tu examen mensual. Dios te quiere santo y tienes que serlo. Lo más difícil ya está hecho. Falta un poco de perseverancia... Trabaja con fe. Ora y sacrifícate. El resultado ponlo en manos de Jesús."
No he hecho sino espigar un poco en la biografía del P. Nieto para sacar estas notas de su amor a la Eucaristía. Tengo el propósito de profundizar en un futuro en el amor de este santo a Jesús Eucaristía. ¡Dadnos, Señor, sacerdotes santos de la talla de Manuel García Nieto!
La mortificación voluntaria cuenta mucho. Pero es necesario mentalizarse sobre esta práctica. A mi me ayuda el testimonio de gente santa actual, como el padre Nieto.
El solía decir esta idea: Qué vergüenza entrar en el cielo con un cuerpo cómodamente cuidado, cuando El estuvo llagado y coronado de espinas. Y lo cierto es que cuando el corazón está lleno de Dios necesita pocas cosas para vivir. Quien encuentra gusto en la cruz, tiene necesidad de pocas cosas para vivir; así lo afirmaba y lo vivía Nieto. Y solía afirmar a sus seminaristas: El dolor es el tesoro más grande de este mundo; es el gozo más íntimo y divino. El que no renuncia a los gozos humanos no puede gustar los divinos.
Lo que nos suele ocurrir es que buscamos los gozos humanos y los divinos, y eso no es posible. Nos quedamos sin ninguno. De aquí puede llegar todo el malestar de personas consagradas a Dios.
Pedía siempre Nieto a Dios el don de la oración y el del sacrificio y abnegación junto a él. Creo que esa puede ser la solución.
También afirmaba: Los hombres no hacen penitencia. Cierto, la penitencia debilita el cuerpo, pero fortalece el alma. Muchos santos tuvieron la salud débil e hicieron cosas grandes. ¿Para qué queremos la fuerza del cuerpo, sino para gastarla por Cristo?
Cuando medito en todo esto, me lleno de admiración y veo qué pequeño soy en comparación de personas que han vivido de verdad la abnegación propia.
"Señor, - exclamaba en su oración - te pido dolor y sufrimiento, y Tú me das felicidad y dulzura."
Siempre enamorado de la pasión del Señor: inmerso en su dolor; embriagado del amor de Cristo. A todos animaba, a todos arrastraba, de todos se ocupaba para ayudarles a caminar hacia las alturas.
Nieto, después de la comunión, se abismaba en la adoración y en la súplica por las necesidades de la Iglesia y de tantas personas a él encomendadas. Al final decía: "Oh Señor, deseo ser introducido en la llaga de tu costado. Y desde allí te pido: padecer y ser despreciado para asemejarme a ti."
Y no fue el Padre Nieto mero espiritualista. Se ocupó, como Jesús, de que vivieran sin hambre y con dignidad muchos cientos de personas desheredadas de la fortuna.
Estremecimiento causa aquella petición suya: "Dame, Señor, una muerte con dolor, con mucho dolor, como Tú en la cruz. En ti confío que me dotarás de fuerza para sobrellevarla."
Y murió García Nieto en la noche del Viernes Santo. Ahora se cumplen veinticinco años. ¡Crucificado con Cristo! Para con El resucitar.
IV
SU ANSIA DE SANTIDAD
Aunque es inimitable el padre Nieto, hay dos cosas en las que sí podemos seguirle, aunque no lo consigamos a la perfección: se trata de su espíritu de renuncia y sacrificio; no buscar el placer porque me gusta; no marchar tras multitud de aficiones; evitar los apegos. Eso sí, poco a poco, lo hemos de ir consiguiendo con la gracia. Y sobre todo es posible imitarlo en ese amor encendido a Dios y a nuestros hermanos los hombres. Amor que llenaba toda su vida; era la esencia de su vivir.
Yo miro al padre Nieto como un ejemplo total. Dios no nos quiere a todos así. Si nos quisiera así, nos daría esas gracias y esa fuerza que a él le dio. Dios cuando hizo a Nieto rompió los moldes. Pero ahí está su testimonio. Yo lloro por dentro cada vez que cojo ese libro. Me entra un deseo de Dios enorme. Aumenta mi fe, mi esperanza, mi deseo de amor, de entrega, de pobreza. Sé que no puedo imitar su vida. Pero sí ansío su espíritu. Me conmueve y me mueve. Y esto les pasó y les sigue pasando a la mayoría de quienes le trataron de vivo o después de muerto, a través de sus obras.
El Padre Nieto lo decía: "No moriré sin ser santo". Me entusiasma su deseo constante de amar a Dios con toda el alma. Cada día más. Con todo el empeño. Llegar a la perfección que El tiene destinada para nosotros. Eso es lo importante. Vivir para amarle y cumplir su voluntad. Para ser del todo suyo. La santidad viene por añadidura.
Hablaba yo con mi amigo sobre vida interior. El leyó hace unos años la biografía del santo jesuita, P. Nieto, pero no llegó a conocerlo. Sin embargo había sido cautivado por aquel hombre enamorado de Dios.
Una emoción inmensa embarga el alma de quien penetra en el misterio de este asceta sin par. Duda a veces si se trata de ensueño o realidad. Llena de admiración comprobar que en nuestro siglo haya existido una persona de esta talla de santidad. Un serafín en el amor a la Eucaristía; un místico como Juan de la Cruz o Teresa de Jesús; un penitente como Pedro de Alcántara; un padre de los pobres como Vicente de Paúl; un enamorado de sus almas, como el Cura de Ars. Todo en una pieza.
-"Dadme, Señor, el don de oración, dadme el don de abnegación", repetía una y mil veces en sus escritos íntimos, en sus apuntes de ejercicios. Mi amigo también repetía esta súplica, imitando al siervo de Dios.
Nieto -se quejaba mi compañero- acudía al Señor con esta plegaria, y Dios atendió su constante ruego. ¡Cuántos miles de horas vivió entregado a la contemplación a los pies del sagrario! Consiguió desligarse de todo apego terrenal, para adherirse por completo a lo eterno! Yo en cambio...
En cuanto a la abnegación, ¿no te sientes hoy más desligado de lo sensible que el pasado lustro?
Cuesta más la mortificación, la renuncia al placer, que la misma oración. Por otra parte, van tan unidos...
V
NIETO EN UNA CONSTELACIÓN DE SANTOS
Hay épocas y lugares en que la santidad aparece no como hecho aislado, sino como en grupo: constelaciones de santos. Creo que en la primera mitad de nuestro siglo así ha sucedido. No hay más que ver los procesos de canonización abiertos.
El Padre Nieto fue una estrella refulgente dentro de la constelación. El se estimuló a la santidad viendo a otros santos, y a su vez él fue un torrente animando a sus seminaristas a la perfección y a la vida de oración. No descansaba. El tenía que empujar a los grupos, recibir a 400 seminaristas cada quince días, multiplicar sus pláticas a más de doscientas al año. Apenas dormía.
Hemos de tener en cuenta que dos corazones fusionados se ponen a la misma temperatura, como el hierro y el fuego. Por eso cuando una persona arde en amor de Dios, propaga ese amor por todas las partes. ¡A la fuerza! Tal vez la crisis que hoy padezcamos sea de hombres santos. A ver si nosotros vamos formando una constelación. El tiempo urge. La vida es breve.
Una gracia actual muy importante de mi vida ha sido leer la biografía del P. Nieto. Antes había oído a mis compañeros de Comillas ponderarlo mucho. La lectura de estas páginas la hice a comienzos del 1989. Después, de vez en cuando vuelvo a esa lectura y dedico quince días a meditar lo más destacado de este hombre. Siempre quedo lleno de vergüenza interior o de humildad al verme en comparación de él tan poco generoso con el Señor. Y siento una viva compunción de corazón, dolor vivo de mis pecados y deseo ferviente de servir mejor a Dios y a mis prójimos. Yo pienso que es imposible imitarle en todo. Pero que su espiritualidad es de lo más sano que ha habido en la Historia de la Iglesia. Y subyuga sobre todo su fe a toneladas, su amor total a Dios y a todos sus hermanos. Su continuo deseo de cumplir a tope la voluntad de Dios. ¿Que exagera en sus penitencias? El amor total a Cristo le llevó por esos caminos. Y si no se le puede imitar, por lo menos, sí admirarle e ir un poco más por los caminos ásperos de la ascética que a veces los tenemos tan olvidados.
Me impresionaba una frase que Nieto solía repetir cuando dirigía los ejercicios de órdenes: "Todos han estado emocionados en el día de la ordenación, pero para muchos es el día de la perdición." Porque muchos dejan el trato íntimo con Dios.
Han pasado muchos años desde que se dijo esta frase, aunque la repetía en distintas ocasiones. Pero hace pensar a tantos años vista de nuestra ordenación. Se acabaron aquellas emociones y casi todas. Nuestra vida no se deja llevar como en la juventud por la emoción agradable o desagradable. Ahora es el momento de meditar con paz, desde nuestra madurez ayudada por la fe y los dones del espíritu santo, en la entrega generosa y constante al Señor. Es el momento de remover el fuego de las ascuas encendidas por la gracia de la imposición de las manos del día ya lejano de nuestra ordenación. El Espíritu Santo sigue "soplando" y seguirá transformando nuestras vidas. Por eso mi decisión, la tuya ha de ser dedicar todos los días ese rato generoso a la oración personal, a pesar de la sequedad, a pesar de las muchas ocupaciones. Que todo se pierde por ir dejando la oración personal y contentarnos con lo obligatorio. Estoy del todo convencido.
Desde hace cinco años hemos iniciado una campaña de oración y acción en favor de la santidad de los sacerdotes y almas consagradas. Hemos puesto al P. Nieto como valedor ante María y Jesús de esta causa. Ellos lo elevarán al Padre
VI
¿EL PADRE NIETO FUE EL GRAN MARGINADO?
El año pasado celebrábamos el centenario del Padre Manuel García Nieto. Su causa de beatificación está avanzada. Su fama de santidad fue eximia en vida, y después de su muerte. Es frecuente escuchar que pocas personas, y tal vez nadie, en este siglo hayan superado en santidad al Padre Nieto.
Alguien puede pensar que este hombre de Dios habría vivido siempre en olor de multitudes. Todos lo veneraban como a un santo. No habría sufrido marginación o humillación alguna. Pero no fue así. Este religioso jesuita admirado por sacerdotes y obispos, director espiritual del Seminario Pontificio de Comillas en Cantabria, fue el gran marginado durante los diez o doce últimos años de su vida.
Por la década de los sesenta, en la Facultad de Comillas, comenzaron a buscarse razones para suprimir sus pláticas o retiros. Muchos se cansaban. Y sufría el P. Nieto al ver cómo se aligeran cada vez más los ratos dedicados al trato con Dios en la capilla. Protestaba con frecuencia, pero no era escuchado. Todo esto le producía profundo dolor. Y no dudo; llegaría a angustiarle. Hicieron mella en los actos piadosos la televisión y el cine - forum.
Solía asegurar nuestro Padre Nieto: la mayor deficiencia en los seminarios es la falta de amor a la cruz. Así salen muchos sacerdotes. Ante afirmaciones de este tipo, y ante una vida tan austera y penitente como la de San Pedro de Alcántara, se le tachó de crucifixionista, y su marginación fue mucho mayor.
Es verdad que sus tandas de ejercicios espirituales mantuvieron gran aceptación; pero esto ocurrió sobre todo entre el clero mayor. Si no permaneció condenado al ostracismo, se debe principalmente a estas encuentros con antiguos dirigidos suyos, bien sea en la colectividad de los ejercicios o en su despacho de Comillas.
Un gran sector del clero joven y de los seminaristas prescindió olímpicamente de él. Durante los años 64 y 65 empieza a figurar el Padre Reino como platiquero, desplazando así a nuestro santo por decisión de los superiores que se acomodaron a los tiempos modernos. Se le orilla buscando sustitutos incluso para los ejercicios de órdenes, donde más se volcaba. Y se traían sacerdotes de fuera de Comillas para este cometido. ¡Cuánto sufrió Nieto esta marginación! Si algo no hubiera dejado por nada del mundo era sus ratos de Sagrario y el retiro final a sus dirigidos antes de recibir el sacerdocio. Pero obedeció sin ningún tipo de protesta.
Sufría el Siervo de Dios ante la baja de los valores eternos. Y decía: "La razón de todas las crisis es la penuria en el amor a Dios y al prójimo".
La Congregación mariana, verdadera institución en Comillas, niña de los ojos de Nieto, prácticamente se derrumbó en aquella década triste, sin que este hombre de Dios pudiera remediarlo. Parecía que su obra de más de treinta años se venía abajo.
Sí; tuvo ascendiente y todos decían de él que era un santo. Pero bastantes se reían por lo bajo, afirmado que, mientras confesaba, roncaba. Ignoraban, o fingían ignorar, que su alma, en íntima unión con Dios, siempre estaba vigilante y del todo consciente.
El Padre Nieto sufrió mucho en los años de su ancianidad por sentirse marginado. Pero esto lo sufría gozoso. Lo que él sentía de verdad es que la marginación suya suponía el triunfo de unos principios lejanos a la verdadera espiritualidad sacerdotal. Eso es lo que de verdad le hacía sufrir; no la propia marginación. ¡Había pedido tantas veces a Dios la gracia de ser despreciado y tenido en nada!
VII
NIETO EN LA CRISIS POSTCONCILIAR
Nos parece inseparable la marginación del P. Nieto y la crisis postconciliar. Es verdad que muchos, la gran mayoría a la hora de la sinceridad, aunque no le seguían, le admiraban. Pero preferían que se empolvase en el desván de los santos. Nieto pedía el auxilio del Señor. ¡Qué altura de miras! Muchos hubieran querido de él en aquellos años de crisis tan profunda que se hubiera pronunciado más claramente en contra del modo de interpretación que se estaba haciendo del Vaticano II. El prefirió callar, y nunca tomó parte en las públicas protestas de aquel sector del clero. En este terreno nadie lo marginaba. El mismo se automarginó. Afirmaba la gran esperanza que mantenía en el futuro de la Iglesia.
Por aquellos tiempos decía en plan confidencial: "Existen muchas reuniones pastorales, pero luego no se habla con Dios ni antes, ni después. No hacen oración. Para él la crisis era doble: de fe y de amor. Y aseguraba: "Fe aún queda algo; pero ¿amor a Dios? Hoy está en baja por falta de oración y trato íntimo con Dios. El Señor permite este confusionismo para un bien mayor." Supo mantener el optimismo en la esperanza de la asistencia de Dios que vela por su Iglesia.
Los años finales de su vida le tocó de lleno vivir la crisis posconciliar de España. Aquel que en Comillas fue durante más de seis lustros el Director Espiritual que santificó a centenares de seminaristas, a constelaciones de santos, fue marginado en su máxima ilusión de forma diplomática.
Habló con el Padre Arrupe, General de los Jesuitas, y le llegó a decir: "Son muy hermosos los documentos de la Compañía y los de usted, pero si los superiores no vigilan y urgen su cumplimiento, todo será papel mojado."
No dudó en firmar un documento dirigido al Papa, en el que se le pedía que interviniera como superior máximo de la Orden para solucionar conflictos internos dentro de la Compañía de Jesús.
Se supuso que de él era un artículo escrito en la revista "¿Qué pasa?", donde se denunciaban abusos litúrgicos cometidos por algunos sacerdotes durante los cursos de verano de Comillas. El afirmó que no era el autor. Pero dijo estas palabras: "Yo creo que cuando hay alguna cosa que no está bien, es una obligación el acudir al superior e insistir. Pero estas publicaciones, y toda especie de manejos eso no es conforme al espíritu; una vez que uno ha puesto los medios legítimos, hay que dejarlo en manos de Dios, pero nunca emplear medios como éstos; eso no es del buen espíritu".
No debemos olvidar que lo realmente importante a la hora de la verdad, es poner todos los abusos en conocimiento del superior legítimo. Es un deber de conciencia.
Nieto murió de forma parecida a Jesús: en la noche del Viernes al Sábado Santo, con el mismo ahogo del crucificado: en profunda soledad.
El recuerdo de estos hechos del Siervo de Dios produce en el alma tal emoción que hasta deseamos a veces encontrarnos marginados para parecernos más a Cristo.
Hoy la causa de su beatificación avanza. Y el P. Nieto desde el cielo bendice e impulsa la campaña nacional en favor de la santidad de los sacerdotes. Lo que fue la ilusión de su vida en este mundo ha de llegar con su ayuda e intercesión ante Dios.
VIII
El PADRE NIETO SE PROPUSO SER SANTO
Quisiera grabar en mi alma como a fuego esta frase en la que solía meditar de continuo el Padre Nieto: "El Padre me crió para que sea santo; el Hijo me redimió para que sea santo; el Espíritu Santo mora en mí para que sea santo." Esta frase, repetida como oración con insistencia y con gran humildad, le fue elevando a altas cumbres de perfección. Es simple, sencilla, pero llena una vida entera.
Yo desde que la leí, procuro repetirla mucho en la oración. Y la verdad que me va calando. Te la transcribo por si pudiera servirte en tu vida interior. Otra frase en la que pensaba con frecuencia este hombre santo: "He sido creado para Dios y para gozar de Dios". Esto es muy real. ¿Por qué no empezar a gozar de Dios en esta vida?
Cada hora, o con la mayor frecuencia posible se recogía Nieto interiormente y echaba una mirada a su alma donde moran las Tres Divinas Personas, pidiendo gracia para pasar la hora en íntima unión y familiaridad con ellas.
La época más feliz de la vida del P. Nieto la pasó en Santander, durante la guerra civil. El mismo lo solía afirmar. Andaba auxiliando a todos, remediando necesidades, jugándose la vida a cada paso que daba. Cuando otros se escondían, él salía a prestar auxilio a enfermos, religiosas, seminaristas. Se le llagaban los pies de tanto andar. Encima sufrió una operación nasal sin anestesia. Entonces escribía en sus apuntes íntimos: " No moriré sin ser santo." Se acostaba a las diez y se levantaba a las tres y media. Permanecía en la capilla hasta las ocho y media. La suave obsesión de ser santo le dominaba.
Su preocupación era el paso a la eternidad. Confiaba en la misericordia de Dios, pero temía su debilidad. Yo sé que tú te encuentras animado, y cada vez más a seguir a Jesús de cerca. Por eso te digo todo esto. Tu ejemplo me alienta.
Tengo encima de la mesa un apunte de una carta del Padre Nieto a un sacerdote, antiguo ejercitante; nos revela su ilusión por la santidad y el deseo de transmitir a otros este ideal: "Firme en tu vida de intimidad con Jesús. Estás cerca, muy cerca de la santidad; no dejes el camino comenzado. Sigue con tu diario espiritual y enviando tu examen mensual. Dios te quiere santo y tienes que serlo. Lo más difícil ya está hecho. Falta un poco de perseverancia... Trabaja con fe. Ora y sacrifícate. El resultado ponlo en manos de Jesús." Son medios de santidad. Pienso que éstos u otros conviene que llevemos. Pero lo verdaderamente importante es lo primero: seguir firme en la vida de intimidad con Jesús. Ahí radica el secreto de la perseverancia. Cada día con más empeño.
El padre Nieto...la santidad floreció junto a él como un prado en primavera. Y todavía anda mucha repartida por el mundo. Más el bien que está causando con el recuerdo de su vida y escritos.
IX
SACERDOTE SANTO Y HUMILDE
Me emociona leer la vida del padre Nieto. Tomar su libro en mis manos, ya se puede decir que es una gracia actual. Lo repaso al menos una vez al año. Hoy me han impresionado estos tres rasgos de su vida:
Siempre tenía una obsesión serena: la propia santidad y la santidad de los sacerdotes. Cuando se ordenó decía más o menos: quiero tener la capacidad meditar cien años seguidos sin interrupción, sin distracción sobre esta realidad: "soy sacerdote". Y vivió siempre enfrascado en este pensamiento.
Jesús desde el pesebre traía un programa de perfección muy original: pobreza, abandono, desprecios, mortificación, sacrificios. Me admira en este sentido la vida del Padre Nieto. El llegaba a pedirle al Señor como un privilegio: padecer y ser despreciado por Cristo. Y lo vivió en la práctica. Supo aceptar correcciones e incluso intemperancias. Llegó a decirle a un seminarista: "Cuando recuerdes mis defectos, anótalos para que no se te olviden". Encomendaba de una manera especial en la misa a todos los que le molestaban, despreciaban o injuriaban o a los que se le hacían antipáticos.
El practicaba de tal manera la indiferencia ignaciana que llegaba a decir: " Si yo supiera que para ser santo era necesario dejar de ser Jesuita, o que el serlo dificultaba la consecución de esa meta, ahora mismo me salía de la compañía." Y cuánto amaba él ser religioso...
NIETO ANTE LA MUERTE
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NIETO ANTE LA MUERTE
Hace pocos días leía una anécdota de la vida de Nieto. Estuvo enfermo muy grave. El pensaba que el Señor ya lo llamaba. Pero no. Y lloraba con pena porque todavía no le juzgaba Dios como preparado. El médico que le asistía lo contaba emocionado y afirmaba: muchos años de experiencia tengo; y he visto a mucha gente llorar porque se iba a morir. Pero es el primer caso que observo de uno que llora porque no se ha muerto.
¡Cuánto animó él a otros a bien morir. Recuerdo ahora cuando exhortaba a aquel tuberculoso: "¡Ay, Amador, quién pudiera cambiarse contigo! ¡Qué cielo te estás ganando con tu enfermedad!"
Viene bien leer estas líneas de vez en cuando. La realidad es cierta para todos. Para mí y para ti también. Vamos a prepararnos viviendo siempre unidos al Señor y ayudando a otros con nuestro ejemplo, trabajo, ilusión y palabra.
El padre Nieto entregó su alma al Señor la noche del Viernes al Sábado Santo de 1974. El jueves pudo celebrar privadamente la misa de la Cena del Señor. El mismo viernes Santo no salió apenas de la capilla en todo el día. A las cinco y media recibió la comunión. Cenó normal. Cuando se fue a acostar, tocando la puertecilla del sagrario, se despidió de Jesús como todas las noches: "Si quieres, puedes llamarme esta noche". Besó la imagen de la Virgen y dio tres besos al crucifijo. El hermano notó que el Padre Nieto comenzaba a tiritar como si tuviera frío. Le arropó, pero seguía temblando. Comenzó el dolor y la gran dificultad para respirar. Cayó en cuenta de la gravedad e inició el coloquio con el Señor, uniéndose a su pasión:
"Padre, si es posible, pase de mí este cáliz, pero no se haga mi voluntad, sino la tuya. Lo que tú quieras, Señor, si quieres hoy, si quieres, mañana... cuando Tú quieras, Señor... Perdona mis pecados... Tomad Señor y recibid toda mi libertad, mi memoria, mi entendimiento y toda mi voluntad...Os ofrezco mi vida, os ofrezco mi muerte, os ofrezco mi eternidad...Os lo ofrezco por la Iglesia, por los sacerdotes, por todo el mundo..." Quería que se le incorporase, para encontrar algún alivio y poder respirar mejor. " Jesús, José y María os doy el corazón y el alma mía." Seguía sintiendo frío. Cuando le indicaba el hermano que no se fatigase, contestaba: "Si eso no me fatiga, eso lo único que me alivia: decirle a Jesús que le quiero, que sufro por El; que le ofrezco mi vida y que estoy a su disposición."
Sufría con entereza el intenso dolor que le producía la embolia pulmonar. Con ritmo más lento dijo al fin: "Padre, en tus manos encomiendo mi espíritu." Poco después quedó su rostro tenso e inclinó la cabeza. Eran las dos de la madrugada. Murió como Jesús. Le pido a Dios que me ayude ahora, que poco a poco vaya aprendiendo a entregar mi vida a El. Como los hombres santos.
XI
RETIRO - PEREGRINAJE: CENTENARIO PADRE NIETO
El año 1994 realizamos un grupo de sacerdotes una peregrinación - retiro por los lugares de Castilla donde nació el P. Nieto y vivió los primeros años de su sacerdocio. La ilusión de estos sacerdotes consistía en que estos días fueran una auténtica renovación interior. Al estilo de los primeros jesuitas Ignacio, Javier, Coiuri, Bobabadilla, Fabro, Simón Rodríguez, cuando marchaban en peregrinación y visitaban santuarios de Europa hacia Roma. El Padre Nieto en el centenario de su nacimiento bendijo a estos hombres de fe. Ojalá se formen varios grupos de este estilo.
Y llegó el momento. Así lo narrábamos: Durante cuatro días hemos visitado en tierras de Salamanca los lugares por donde el P. Nieto pasó haciendo el bien; vivimos ratos de honda emoción. Parece que las llanuras de Castilla fueron creadas para ser tierra de santos. Nos impresionó todo.
Manuel García Nieto nació hace ahora cien años; murió en 1974 y pasó la vida enamorado del sagrario. Y en este mundo eran sus amores los pobres, los seminaristas y sacerdotes. Macotera es el pueblo donde vio la primera luz. . Besamos la pila en que fue bautizado y pudimos saludar en aquella misma iglesia a una señora pariente del santo. Peñaranda de Bracamonte es donde estuvo Nieto de seminarista; allí celebró la primera Misa. El templo de este pueblo tenía el hechizo de ser el lugar donde comenzó su fiebre eucarística. Allí, durante sus vacaciones de estudiante permanecía larguísimos ratos practicando el amor a Cristo hecho alimento y presencia real. Allí se enamoraron y no dejaron jamás de quererse. Merecía la pena estar largo y tendido junto a aquel sagrario y pedir a Jesús por la santidad de sus sacerdotes.
Cantalapiedra fue su primer destino como coadjutor. Quisimos allí disfrutar del sitio mismo donde, en una tarde de verano, el Siervo de Dios experimentó un éxtasis, mientras contemplaba una imagen de Jesús doliente. Pero la iglesia se encontraba del todo desmantelada, en obras. Por cierto, su párroco nos dio toda clase de explicaciones y así quedó en parte compensada nuestra santa curiosidad.
Da un poco pena rememorar lugares de hombres de Dios, que con el paso de los años se han convertido en centros de turismo o han sido enajenados para negocios humanos: esto sucede en Comillas y Carrión de los Condes. Y en cierto modo en la catedral de Salamanca, convertida temporalmente en centro de atracción turística con la famosa exposición "Las edades del hombre".
El lugar cumbre de nuestra peregrinación, Santa María de Sando. Podemos considerarlo como el Ars español. En cuatro años transformó D. Manuel García Nieto este pueblo. Su trabajo le costó. Era el cura que estaba siempre en la iglesia. ¡Y junto a sus feligreses! Decía un anciano, antiguo monaguillo: "Nos levantábamos mucho antes de amanecer; íbamos a la iglesia, y yo pasaba a estudiar a la sacristía. El mientras tanto, a la luz de una velita, se ponía de rodillas en la grada del altar durante largas horas, sin apoyo alguno." Era proverbial su amor a los enfermos y a los pobres. Y fue pronto una realidad la compañía constante a Jesús sacramentado por parte de los feligreses. Pudimos comprobar, en las dos horas de nuestra permanencia en aquel templo, que todavía, después de setenta años, quedaban indicios del paso de un santo por la localidad de Santa María de Sando. Lo demás sirvió de colofón a nuestra estancia en el Ars castellano: visita del sepulcro y del noviciado de Salamanca; el museo del utillaje del Padre, explicado por el Postulador de la causa de beatificación. Y al final un deseo fuerte: ¡quién pudiera imitar a este hombre extraordinario en ese amor de enamorado que tuvo al Dios hecho hombre, hecho pan de Eucaristía.

Jose Mari Lorenzo